Carola violín
Yo soy un violín viejo. Tan viejo que no me acuerdo de muchas cosas de mi vida. Sin embargo sueño con el árbol del que nací, su madera rojo flamante. Un árbol protegido y amado por el bosque entero. También recuerdo la nieve. A veces sueño que canta el viento en la noche y luego cae ese silencio y yo siento unas ganas locas de tocar y tocar. A mi lado hay un niño. Cojo su mano y la guío. Es navidad. De mí sale una música maravillosa. El niño ríe, llora, baila. Los dos danzamos en ese bosque blanco bajo el cielo estrellado. Luego quedamos callados. Hace frío.
Soy un viejo violín romántico. Amé a ese niño y juntos llegamos a ser muy famosos. Él ahora es tan viejo como yo y a veces nos pasamos horas tocando viejas melodías que sonaron hace tanto tiempo por estos bosques donde nací. Fue un anciano luthier, el padre del niño, quien me hizo con sus manos sabias y una vez listo y terminado, el niño de nombre Tadeo me cogió entre sus brazos y escapó. Escapamos a recorrer mundo. Yo le enseñé, yo guié su mano para que aprendiera a acariciar mis cuerdas, para que sacara de mí las más alucinantes melodías. Y tuvimos tanta suerte… Sólo teníamos que entornar los ojos (pues los violines también tenemos ojos y oídos) y aparecía ese viento blanco de las cumbres, esas conversaciones fantásticas con las que se entretienen los árboles…Entonces yo estallaba en música o susurraba secretos de las raíces o sólo lloraba de alegría y emoción.
Volvíamos a ser parte del bosque pelirrojo y profundo del que salimos ambos y que hoy en día rodea la casa de cultura donde se ensayará esta noche el concierto de navidad.
Soy un violín que todo lo cuenta sin orden. Yo sé de música. En cuanto a la realidad, esta se me escapa. No sé si los sueños son sólo sueños. Lo bueno de ser violín es que tampoco me importa. Yo, como los robles y las hayas y los pinos y tantos otros árboles vivo en la magia, en el misterio.
Entonces os preguntareis cómo puedo tocar en una orquesta, o si soy obediente con el director, o si mis compañeros no se quejan… Pues os diré que todo eso se lo dejo a Tadeo. Él sabe a qué horas hay que estar, donde sentarnos… Luego yo hago como siempre hicimos ...
Carola Aikin
Ilustración: Helena Aikin
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