CONVERSANDO CON FEDERICO GALLEGO RIPOLL
HIPATIA Asociación Intercultural

CONVERSANDO CON FEDERICO GALLEGO RIPOLL

La poesía de una persona trascendente

Juana Ma. Fdez. Llobera | 5 feb 2025


La Poesía de Federico Gallego Ripoll

Juana Ma.: Es un placer entrevistar a un Poeta al cual admiro y al que sigo en su trayectoria, por considerarlo uno de los Poetas importantes de nuestro país.

¿Cómo te iniciaste en el mundo de la Poesía?

Federico: La poesía me es consustancial desde mi infancia. Puedo decir que desde la cuna estoy familiarizado con la música interna del verso. De pequeño, mi madre me dormía cantándome las canciones populares que armonizó Federico García Lorca, y sus romances. Ella era una gran lectora de poesía, y también poeta de buen oído. Así, comencé a escribir poesía muy pronto. A los doce años ya publicaba poemas en el diario de mi provincia, y mi primera lectura pública la realicé con quince años. Desde muy joven me vinculé a los poetas de La Mancha, mi paisaje vital y literario de origen. Fue un aprendizaje lento y fundamentado en la ausencia de adornos, pues el paisaje de La Mancha, en su plena horizontalidad, te aboca a una consideración esencial del mundo y de la vida, lo que me inclinó, desde muy pronto, a la lectura de la poesía mística y oriental, donde lo desnudo prima sobre lo vestido. Existen de aquella época dos proto-libros inéditos donde velé mis primeras armas poéticas: Poemas del palomar y El carro del heno. En ellos se hallan mis primeras osadías y, por supuesto, mis primeros, abundantes y muchas veces fallidos intentos de hallar una voz propia. Uno, en su ignorancia, piensa que puede «controlar la poesía», cuando en verdad es ella, siempre, la que manda.

No obstante, mi primer libro editado, Poemas del Condottiero, que fue publicado en la prestigiosa colección madrileña Adonais, de Ediciones Rialp, fue escrito muchos años después, viviendo ya en Barcelona, en la que considero la primera gran etapa cronológica de mi poesía, La segunda se produce viviendo ya en Mallorca, a partir de 1996.

Tu segundo libro, Libro de las metamorfosis, tiene una dedicatoria concreta que creo se vincula a tu descubrimiento del mundo del arte como forma de entender el mundo, ¿es así? ¿Quiénes fueron tus compañeros en aquellos inicios tuyos? 

Efectivamente. En un pueblo de La Mancha, en los años de mi juventud, era muy importante establecer complicidades con personas que tuvieran una visión del mundo poco convencional, más sutil, podríamos decir. En este contexto, Juan Sánchez, pintor y escultor siempre esencial, alejado de cualquier formalismo académico, fue compañero de aventuras en un intento de percibir el mundo como algo pleno de riquezas no evidentes que había que descubrir poco a poco. 

La particularidad de ese libro es que comienza con un Epílogo y finaliza con un Prólogo, y que cada poema se inicia con el último verso del poema anterior, de tal manera que el último verso del libro es a su vez el primero. Todo es un ciclo continuo de metamorfosis en el que vamos edificándonos a partir de lo derruido, sin parar a lo largo de la vida.

Por otra parte, mis compañeros de aquellos tiempos fueron las incansables lecturas de todo tipo de poesía y de poetas, aunque partiendo fundamentalmente de la Generación del 27 y de la cercanía del poeta Alfonso Carreño, primera referencia física que tuve de poetas “de verdad”.

1985 aparece como un año crucial en tu vida, pues recibiste dos galardones que supusieron una consolidación de tu camino, ¿es así como lo consideras?

El mundo de la creación poética siempre se fundamenta en incertidumbres. La poesía es un camino en solitario en el que hay que aprender a diferenciar las voces de los ecos a la hora de buscar afinidades. Y eso es algo complejo que requiere del continuo análisis de lo que uno mismo escribe, procurando alejarse de lo más común del entorno. 

Lo cierto es que en 1985 recibí de forma casi simultánea el accésit del premio Adonáis por Crimen pasional en la plaza roja, y el premio Castilla-La Mancha de Poesía en su primera edición por Escrito en No; ambos libros comportaron también el conocimiento y amistad de grandes poetas con los que mantuve a partir de entonces relación más o menos continuada durante los años posteriores, como Claudio Rodríguez, Ángel González, José Hierro, Antonio Martínez Sarrión, Ángel Crespo o José Corredor-Matheos, que me propiciaron una consideración poliédrica de la realidad en la que habría de desenvolverme.

Barcelona. ¿Qué significa esta palabra para ti? ¿Qué entrañan el Aula de Poesía de Barcelona y los Cuadernos Bauma? ¿Jordi Virallonga, Concha García, Eduard Sanahuja… quizás algunos nombres más?

Barcelona en mi vida es mucho más que una ciudad. Es un tiempo, un ámbito de creación y amistad, una consolidación como persona y como poeta. Con Jordi, Concha y Eduard fundé el Aula de Poesía de Barcelona, que contaba con el apoyo de la Universidad, y donde poetas que escribían en castellano o en catalán, de forma natural, encontraban un foro donde expresarse sin limitaciones ni barreras. La cultura, entonces, no estaba tan mediatizada. Recibíamos a Miquel Martí i Pol y a Ángel Crespo, por ejemplo, en una misma semana, sin ningún tipo de problema, como después ha sucedido, donde prácticamente, en la Semana de la Poesía de Barcelona, han desaparecido los nombres de quienes no escriben en catalán. 

En 2003 la editorial Bartleby, en edición de Manuel Rico y con prólogo de Manuel Vázquez Montalbán (que fue su último texto publicado), lanzó Por vivir aquí, Antología de poetas catalanes en castellano (1980-2003) donde aparecíamos 18 poetas ya en aquel tiempo de reconocida trayectoria, entre los que se encontraban nombres de tanta proyección como José Carlos Cataño, Carlos Vitale, Ramón Andrés, Neus Aguado, Rosa Lentini, Rodolfo Häsler, José María Micó, Esther Zarraluki, José Ángel Cilleruelo o Eduardo Moga. En Babelia, de El País, Ángel L. Prieto de Paula celebraba la aparición de la antología, titulando su reseña “Voces a la intemperie”, porque ya entonces la poesía en castellano escrita en Cataluña se intentaba difuminar al identificar, falsamente, idioma con territorio.

Mi grupo de amigos poetas se generó, en principio, dentro del ecosistema cultural que propiciaba el mecenas, editor y poeta Javier Lentini en torno a sus revistas Hora de Poesía y Asimetría. Nos solíamos reunir en la sede de la Fundación Anthropos y, de manera más informal, en el café Bauma; el grupo era abierto a poetas de ambas lenguas (catalán y castellano) y con frecuencia recibíamos la visita de poetas de otras regiones o países de paso por la ciudad. En un momento determinado acordamos la creación de los “Cuadernos Bauma”, en los que editábamos siempre, junto a un poeta consagrado, a otro que estuviera inédito. Así, pese a nuestra absoluta sencillez, tuvimos la fortuna de poder contar con poemas inéditos de nombres tan importantes como José María Fonollosa, Rafael Pérez Estrada, Luis Feria, Aurora Luque, Vicente Valero o María Antonia Ortega. Aquellos cuadernos fueron el germen de la que fue importante editorial de poesía DVD, dirigida por los poetas Sergio Gaspar y José Ángel Cilleruelo, fundamental en el cambio de siglo. 

¿Qué crees que es lo más importante a la hora de iniciarse en el mundo poético? 

Sinceramente, no lo sé. Considero fundamentales la honestidad y la atención. Ser honesto con uno mismo, reconocer que ésa es tu forma más íntima y veraz de relacionarte con cuanto, en lo esencial, te rodea, y educar la mirada para percibir ese matiz diferente que suele pasar desapercibido. Ser poeta creo que es ser consciente de una determinada forma de mirar el mundo y de ser mirado por el mundo. La formación se da a través de incontables lecturas, de aprender a formar la letra, que no el espíritu. La poesía se escribe, fundamentalmente, con palabras, pero es algo que sobrepasa a la mera dimensión de los conceptos, los sonidos o la música. Siempre digo que si, ante un texto poético, lo tomáramos y lanzáramos al aire las palabras de que se compone y, tras ello, algo volviera de regreso a las manos extendidas… eso, y no otra cosa, sería la poesía.

Eres un Poeta con gran cantidad de obras editadas, muchas de ellas premiadas, ¿cuál es para ti, de todas ellas, la que más ha significado o a la que tienes un mayor cariño y cuál es la razón?

Cada libro pertenece, en principio, a un tiempo pasado del autor, pero su verdadero tiempo es el tiempo del lector. Cada libro es presente en quien lo lee. Los libros son como los círculos del tronco de un árbol, van creciendo desde el centro y se asientan sobre lo anteriormente vivido. Todos responden a una pregunta, que a veces se repite y a veces es única, pero componen un camino, un trayecto, una evolución, a veces hacia lo que enriquece y a veces hacia lo que va desnudando la esencia. Quizás el libro que tuvo más repercusión fue Quién, la realidad, al haber obtenido el premio Jaén y ser publicado por Hiperión y, por consiguiente, fue mejor distribuido en un tiempo en el que los libros de poesía llegaban a las librerías y no era preciso andar pidiéndolos, como ocurre ahora. También ha significado algo especial Los poetas invisibles por igual motivo. La publicación en Visor también te ofrece mayor visibilidad. Pero cada libro responde a una experiencia, y es contemplándolos en su conjunto como se puede adquirir la dimensión de quién es cada poeta.

Llevas muchos años viviendo en Mallorca. ¿Qué es lo que te atrajo de la isla para que la eligieras como lugar de residencia? 

He tenido la fortuna de moverme siempre en función de mi propia voluntad. En un momento determinado, fui consciente de que mi etapa barcelonesa había concluido. Un cierto cansancio emocional había ido disminuyendo tanto mi energía física como la mental. Nunca he sido una persona muy apegada a lo que no es esencial; así, entendí que sería atractivo realizar un cambio de horizonte: ciudad, afectos, paisaje, propósito, realización cotidiana y literaria… y decidí cambiar lo tanto que tenía en Barcelona por el vacío de comenzar de nuevo desde Palma. Eso sí: la cercanía del mar siempre ha sido una llamada intensa en mi vida, quizás porque soy de La Mancha, y ningún paisaje es tan similar a la inmensa llanura de tierra, que la inmensa llanura del mar. Sólo en La Mancha y ante el mar, uno puede contemplar el cielo sin necesidad de alzar la vista.

Aquí, en Mallorca, se ha consolidado mi obra creativa más importante, a pesar de, o precisamente, por hallar un entorno mucho más reservado social y poéticamente que el que tuve en Madrid primero y en Barcelona después. 

La isla es ya mi casa. No concibo mi existencia sin ese puente permanente entre el mar y la llanura. Más que de un lugar u otro, me siento mediterráneo, por cultura, percepción de la luz, y contacto continuado con una naturaleza hermosa y amable.

Has recibido bastantes premios a lo largo de tu vida, entre ellos el Juana Castro por Las travesías y el Ciudad de Badajoz por Dentro del día, acaso Quizás esa incertidumbre ante su resultado forma parte de ese desconocerse al que te refieres cuando afirmas: ‘Desconocernos es mantener siempre la posibilidad de la sorpresa, ¿qué otra cosa es la vida?’  ¿Cuál es tu relación con los premios? 

Un premio no te hace mejor poeta, pero tampoco peor. En mi caso, y dada mi poca pericia a la hora de desenvolverme en los ambientes literarios, tan competitivos siempre, tan dados a la endogamia, a las capillitas, a los mutuos apoyos… y lo complejo que es el mundo editorial para un género de tan pocos alicientes económicos como es la poesía, opté por intentar fortuna en premios que garantizaran una buena edición. Ése ha sido mi único propósito con relación a los premios. Y lo he realizado siempre desde la absoluta independencia y honradez. Eso sí, confieso que he sido insistente, porque cuando me siento medianamente satisfecho de un libro, no me canso de perseverar en los intentos de verlo publicado. El poeta a escribir, el editor a editar, el librero a vender y el lector a comprar: creo que ésa es la rueda que permite que el mundo de la poesía tome aire y se expanda. Al menos, es lo que considero más razonable. Soy más lector, incluso, que poeta. Y hasta cuando algún amigo me regala un libro, y considero el libro importante, procuro comprar otro ejemplar y regalarlo con la recomendación de que si el libro les ha gustado compren un ejemplar y lo regalen. Es una mecánica muy sencilla.

Respecto a los títulos que mencionas… ambos son etapas del camino en esa sístole y diástole que es toda existencia. Siempre camino, siempre travesía, siempre atracando en puertos que son horizontes de paso. Hay un doble sentimiento que rige mi vida: el de eventualidad y el de intentar establecer un entorno cercano donde la vida no duela. Pura contradicción, claro: el viaje y el jardín como doble metáfora de mi existencia. El tiempo te lleva a contemplar cada paisaje en función de la época del año o de la vida. Cuando he de hablar de algún libro mío, siempre lo hago más como lector que como poeta, porque me reconozco lejano de aquel que escribió aquello. Un poema es como una fotografía: recoge fundamentalmente lo que ya no seremos, lo que fuimos en un instante concreto.

Te he escuchado decir que “vivir es aprender sobre uno mismo”. Piensas que esa transformación es lo más importante siendo consciente de ella a lo largo del tiempo. ¿Los poetas se apropian de la mirada del mundo según tu forma de verlo? 

Realmente vivir es un continuo aprender y desaprender, que no significa olvidar. Desaprender para dar cabida a lo que la persona nueva que vamos llegando a ser cada día esté en disposición de conocer. Yo escribo y vivo desde la duda, desde la sorpresa, muchas veces desde la indignación, siempre desde el sentimiento de solidaridad y de compasión hacia este mundo tan poco empático que hemos ido construyendo desde nuestros individuales y colectivos egoísmos. No se trata tanto de apropiarse de la mirada del mundo sino aportarle al mundo tu propia mirada, y procurar compartirla desde la realidad de que la vida no es fácil para nadie.

A mí, particularmente, me gusta mucho tu obra Jardín Botánico, ¿qué nos puedes decir de ella? ¿Cuál es tu idea del concepto “jardín”? ¿Cada lector puede interpretarlo de diferente forma? ¿Quizás eso es también parte de su magia?

Jardín Botánico pertenece a uno de esos dos ámbitos en que yo concibo mi transcurso poético: un lugar que es trasunto del mundo, el jardín como metáfora de un paisaje utópico en el que desarrollar ampliamente los sentimientos individual y colectivo. Cada cual ha de asumirlo desde su propia mirada, que es la que completará el libro. En mi propuesta aparecen siete partes que responden a siete conceptos dentro de un jardín, cada una de las partes conformada por siete poemas. Es un libro claramente estructurado en torno al número siete: cuarenta y nueve poemas, más uno exento, inicial, que aparece como propósito. Son cuarenta y nueve poemas que se pueden considerar como el simbólico paseo a través de las cuarenta y nueve etapas o días que componen el bardo del devenir en la simbología budista: el tiempo que transcurre desde el no ser: la muerte, hasta el ser: el nuevo nacimiento.

Me considero una persona trascendente, confío en que la energía de la que participamos permanezca de alguna manera en la vida que vendrá, de la misma manera en que yo me siento conformado por una energía que viene de más allá de mí.

Recientemente, en el año 2024, has ganado el I Premio Internacional <> de Poesía Infantil Ilustrada, con tu obra Canciones de Colores para niños ciegos. ¿Qué te impulsó a hacer una obra así? Me parece muy hermoso el hecho de que expliques a los niños ciegos cómo son los colores de los seres y objetos que tienen alrededor.

Realmente, yo no escribo poesía infantil, aunque de muy joven mantuve una amistad entrañable con Gloria Fuertes, de la que aprendí a considerar a todas las personas como individuos completos y complejos: niños y adultos. El reto de intentar explicar la naturaleza sutil de los colores a través de las sensaciones percibidas mediante los sentidos distintos a la vista, fue un reto de aprender y aprehender desde la humildad. El libro pretende ser un toque de atención sobre el derecho de una de las dobles minorías más vulnerables: la infancia y la discapacidad visual. Pero también apela a esa parte de “niño ciego” que habita en cada uno de nosotros.

En 2023 se publicó en edición bilingüe portugués-español una Antología de poemas tuyos cuyo título es “El hombre que se creía Marco Polo”. Doy fe de que es una obra magnífica. ¿Cómo surgió la idea? ¿Cómo fue la elección de los poemas para ella, ya que tienes numerosos poemas escritos? Hay siete poemas inéditos en esta edición, que son un bello regalo para los lectores.

A raíz de una invitación a un encuentro de poetas portugueses y españoles en la ciudad lusa de Peniche, establecí conocimiento y contacto con Carlos Ramos, poeta portugués coordinador de aquellas jornadas. Él me acompañó como traductor el día de mi intervención, y entre ambos surgió un interés poético mutuo que reforzó una amistad naciente entonces y ahora consolidada. Carlos pensó que sería interesante que mi poesía se tradujera de manera consistente al portugués, y durante un año estuvimos trabajando de forma continuada en la traducción suya de una amplia antología que comprendiera muestras de todas mis etapas, a la que añadí una serie de poemas inéditos que completaran el panorama sobre mi pasado y mi futuro. La selección fue consensuada entre él y yo. Ediçoes Fantasma se sintió también atraída por la idea, y asumió la publicación de un libro bilingüe de más de doscientas páginas que fue presentado en mayo de 2024 en el Instituto Cervantes de Lisboa, y del que me siento muy orgulloso.

Además de Poeta, eres dibujante. ¿Cuándo nació esa faceta?

Siempre he considerado el dibujo como una extensión de mi lenguaje poético. Dibujo como poeta, complementando a través de la tinta aquello que las palabras no alcanzan a explicar. Me gusta la labor minuciosa y el concepto de trabajo de los iluminadores o miniadores de códices medievales, y disfruto dibujando con lentitud a partir de poetas o poemas. Es como un intento de ilustrar la sombra de los poemas, lo que ocultan, lo que pierden, lo que se deslíe en ese trayecto desde la página escrita a los ojos de quien lee. Siempre he dibujado, igual que siempre he escrito poemas. Me hallo receptivo a ese impulso que me hace llenar mis cuadernos de líneas, reflexiones, o génesis de poemas que luego llegan a buen puerto… o no. Pero lo importante de escribir, dibujar o vivir, siempre está en el trayecto más que en las metas circunstanciales a las que se va accediendo.

¿Podrías decirnos cinco poetas a los que admiras? Si puedes decirnos alguna obra de ellos que consideres relevante, tanto mejor.

Yo me he ido formando como poeta y como persona desde la intuición. Y hay poetas determinantes en mi vida cuya influencia no siempre se ha mantenido de forma permanente o estable. Son mucho más de cinco, pero entre los que siempre tengo presentes, sin duda, el primero es el Federico García Lorca del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (el torero fue cogido de muerte en mi pueblo, Manzanares, y ya con quince años -lo que me marcó definitivamente- presencié el homenaje que allí realizaron Gerardo Diego y otras voces poéticas del 27), Poeta en Nueva York y Diván del Tamarit. Después, siempre cercanos, José Ángel Valente con El fulgor, y San Juan de la Cruz. También Eduardo Milán, Juarroz, Hugo Mújica, Basho… y me paro aquí, que mis mesas están siempre llenas de relecturas y nuevos descubrimientos.

¿Puedes decirnos algo sobre tu próximo proyecto o está todavía en los inicios y no se puede decir nada? 

La escritura es un acto de reflexión e intuición que se mantiene siempre en movimiento. Lleno cuadernos que luego se decantan a lo largo de mucho tiempo. Los poemas se buscan entre sí conformando diferentes libros cuya realidad coexiste; se van haciendo y deshaciendo al mismo ritmo que me hago y deshago yo. 

La escritura de poesía no es en mi caso opción, sino inevitabilidad. Siempre alerta, en ese lugar intermedio entre el sueño y la vigilia que es el territorio de lo inefable, me siento visitado y visitante de una línea que se halla un paso más allá y más acá del horizonte. La poesía ocurre… o no. Y hay que estar dispuesto a atender su reclamo.

Siempre tengo obra por publicar que quizás vea la luz pronto o no llegue a ser impresa nunca. Yo escribo y luego… lo por venir siempre es una incógnita. Me gusta hacerme a la idea de que escribo, desde mi tiempo, para todos los tiempos, de igual manera que yo considero que es presente cuanto escribieron aquellos poetas, hombres y mujeres, que se vuelven a hacer presentes en mí cada vez que retomo sus libros… En este momento, Maya Angelou, Rosalía de Castro, Eugénio de Andrade, María Zambrano, Concha Méndez… me hablan desde las mesas de mi casa llenas de libros suyos… y yo… atiendo, escucho, me adueño de su voz, y me alimento. Como decía Lorca: “Si tuviera hambre no pediría un pan; pediría… medio pan… y un libro”. Ése es mi mundo, el que disfruto o padezco, pero siempre intento compartir.

Gracias, Juana María, por tus preguntas.

                                            Juana María Fernández Llobera

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