‘La lluita de la dona bereber’ de Jamila Al hassani
Buenos días, Jamila.
Nos hemos reunido para poder hablar de tu obra ‘La lluita de la Dona Bereber’, que a mí me ha parecido, aparte de que has tenido una gran valentía por mostrar la cruda realidad de lo que sufren las mujeres en la tierra de tus antepasados, una fuente para poder saber y comprender a las personas de allí.
J.M.: En primer lugar, me gustaría que nos hablaras de ti. Naciste en un pueblo al norte de Marruecos, pero a los diez años te instalaste ya en Barcelona. ¿Cómo se llama tu pueblo? ¿Qué recuerdos tienes de allí? ¿Qué recuerdas de cuando te mudaste a Barcelona? ¿Qué significó para ti comenzar a vivir allí? Estudiaste Ciencias Empresariales en Barcelona, ¿cómo fue tu experiencia? Trabajas en el departamento de contabilidad de un hotel, ¿qué nos puedes decir de ello? Y explica todo lo que consideres importante, para que nuestros lectores puedan conocerte mejor.
J.A.: Buenos días, en primer lugar, agradecer la invitación para esta entrevista, es un placer estar con ustedes.
Mi pueblo natal se llama Arouit; es un pueblo al noreste de Marruecos, en la provincia de Nador, a 30 KM al sur de Melilla.
Son recuerdos de una infancia muy bonita, y muy feliz, jugaba con mis vecinos en la calle, sin coches, sin miedo, no había móviles ni juegos sedentarios, una infancia segura y sana.
Cuando nos trasladamos a la provincia de Barcelona, a mis diez años, era una sensación extraña, unos sentimientos muy contradictorios; estaba feliz por ir a vivir a otro país, aprender otro idioma, otra cultura, pero a la vez triste por dejar a mis primos, amigos, vecinos y sobre todo a mis abuelas.
Poco a poco fue aprendiendo el idioma, descubriendo cosas nuevas de mi segunda cultura, y para mí ha sido un gran desafío.
Mi época en la Universidad de Barcelona, en la Facultad de Ciencias Empresariales, ha sido muy buena, un poco complicada, ya que tenía que compaginar el trabajo con los estudios, pero la capacidad humana a veces no tiene límite.
Me siento muy feliz de haber podido estudiar y formarme; muchas chicas no tienen esa oportunidad.
En aquel momento, sí que trabajaba en el departamento de contabilidad de un hotel, pero actualmente estoy trabajando en el ayuntamiento, en el departamento de servicios económicos.
Aparte de compaginar mi vida laboral, familiar y aprendiz de escritura cuando el tiempo me lo permite, también soy madre de dos niñas maravillosas.
Me gusta el deporte, sobre todo el atletismo y la natación.
A veces colaboro con una escuela de cuentacuentos en árabe y catalán, con el deseo de construir un mundo basado en la igualdad y el respeto.
J.M.: La protagonista de tu novela, Samia, es una joven beréber que vive en Marruecos, prisionera de la educación humillante y machista de su padre. Sus hermanas, como también su madre, viven prácticamente esclavizadas, sometidas al dictamen de la voz autoritaria del hombre poderoso, tal como se autodenomina su padre. ¿Cómo nació la idea de escribir esta novela y cuál es la razón de que te decidieras en ese momento?
J.A.: La idea de escribir esta novela fue para denunciar, concienciar sobre el machismo que sufren las mujeres en todo el mundo, ya que esa lacra no tiene nacionalidad, ni culturas, ni religiones. Sin ir más lejos, aquí en España, en el año 2024, unas cincuenta mujeres fueron asesinadas. Son muchas vidas destruidas, sin motivos, sin razón, una gran desgracia.
Aparte de los asesinatos, son muchas las mujeres que sufren en silencio, por miedo, por vergüenza, por independencia económica, emocional…
Quise ambientar la novela en Marruecos, pero el escenario puede ser cualquier parte del mundo; el machismo tiene muchas caras, muchas formas; a veces las cadenas son invisibles a nuestros ojos.
J.M.: En tu novela, en la página diez, expresas que la protagonista nació al norte de Marruecos, en el barrio de Beninssar, a orillas del mar, en primavera. Cuentas que era la primera hija que su madre tuvo y que, según sus explicaciones, fue una decepción para el padre y su familia. Dices que se supone que esperaban un niño para ser pescador como él, aún cuando apenas hay trabajo. ¿Es común que produzca decepción que nazca una hija o sólo es cuando no ha nacido ningún varón?
J.A.: No es común que produzca una decepción al nacer una hija, sobre todo en las familias musulmanas, que son la mayoría en Marruecos, ya que una hija en el islam es una bendición, se habla mucho en el Alcorán de proteger y respetar a las mujeres y a las hijas más que los varones.
Pero una mente machista, siempre prefiere tener un hijo varón antes que una niña.
J.A.: No, no sucede mucho, pero por desgracia sí que hay casos de maltrato hacia las mujeres. Cuando hay una dependencia económica, este factor puede ser un agravante, ya que la mujer se sienta indefensa, y llega a soportar maltrato que, en caso de ser independiente económicamente, tal vez no soportaría. Aquí también hay casos; creo que es un problema en todo el mundo.
J.M.: Hablas en la novela que todos los niños del barrio de Samia iban al colegio, menos ellas. Explicas que Samia nunca supo lo que era el amor de un padre. Para él, las hijas tenían que prepararse para el matrimonio, tenían que saber cocinar, hacer el pan, etc. ¿Conoces muchas familias en las que pase esta circunstancia?
J.A.: No conozco muchas familias así, pero las hay; aún hay padres que consideran que las niñas deben permanecer en casa para prepararse para el matrimonio.
Pero por suerte, son una minoría; la mayoría de las familias hacen todo su esfuerzo para que sus hijas puedan formarse y tener un futuro mejor.
J.M.: Explicas en tu novela que muchos beréberes se identifican como imazighen. ¿Qué significa? ¿Lo puedes explicar para que nuestros lectores, y yo misma, sepamos la razón?
J.A.: Los bereberes, imazighen, somos originarios de los pueblos del norte de África; se extiende desde el sur de Egipto hasta el océano Atlántico y desde las costas del Mediterráneo al interior del desierto del Sáhra.
La palabra amazigh se traduce como "persona libre ". En Marruecos somos una minoría, un 35% aproximadamente de la población; hay aspectos culturales y algunas costumbres diferentes a la cultura de nuestros vecinos árabes.
Dentro de las lenguas amazigh hay diferentes variantes. Y antes las mujeres imazighen eran conocidas por sus tatuajes en el rostro y las manos, y también por llevar sus joyas típicas de plata.
J.M.: Expones que un 35% de la población marroquí se identifica como beréber, ya que hablan una lengua bereber. ¿Tú te identificas como bereber? ¿Cómo se llama la lengua que hablaban tus antepasados y tu misma conoces?
J.A.: Exacto, más de un 35 % de la población marroquí es amazigh, y dentro de la lengua amazigh, hay diferentes ramas.
Yo me identifico como amazigh, que es mi idioma materno. De hecho, con mi familia, sigo hablando nuestro idioma, a pesar de mezclar siempre el catalán y el español, ya que son como nuestro idioma materno también.
J.M.: Hablas en tu novela que la Mezquita no es únicamente un lugar destinado a la oración, sino también un espacio de encuentro y de relación social para los hombres, donde hay una difusión de los valores y de formación. ¿Las mujeres tienen algún sitio para encontrarse?
J.A.: Por supuesto, en todas las mezquitas hay siempre salas para hombres y para mujeres, niños, etc.
Las mujeres pueden utilizar este espacio tanto para rezar, como para leer el Corán, o simplemente reunirse con otras mujeres.
J.M.: Hablas del personaje de Mina en tu novela, que tiene ganas de casarse para poder ir a Francia, porque cree que allí tendrá más libertad. ¿Muchas mujeres piensan eso? ¿Crees que siguen igual, aunque estén en otro país?
J.A.: Mucha gente que vive en Marruecos a veces desconoce la realidad de las personas que han emigrado a Europa. Llegan a creer que todo es fácil de conseguir y no es así.
La vida de una persona inmigrante está llena de obstáculos, para aprender el idioma, encontrar un trabajo, tener una vivienda digna, etc.
Yo creo que las personas que viven libres lo hacen tanto en Marruecos como en el país de acogida; en cambio, los que consideran que la mujer debe permanecer en casa, lo siguen pensando en cualquier país. No es tanto el entorno, sino la mente de cada persona.
J.M.: Hablas de la importancia de la virginidad para los hombres en relación a las mujeres con que se casan. ¿Qué suele pasar cuando no lo son y el marido lo descubre al casarse?
J.A.: En Marruecos, como en muchos otros países, se da mucha importancia a la virginidad de las mujeres, pero no sucede lo mismo con la virginidad de los hombres. Es una manera más de control patriarcal. En algunos casos, pueden llegar al divorcio, y hay otras familias que no le dan ni la mínima importancia.
J.M.: Expones que muchas familias marroquíes piensan que a los dieciocho años una joven tiene que estar casada y formar una familia. ¿Qué nos puedes decir sobre ello?
J.A.: Siempre habrá casos así, pero cada vez más esa idea se va desapareciendo. Actualmente las familias marroquíes luchan para conseguir que las hijas sigan sus estudios, para poder trabajar y tener independencia económica.
J.M.: Hablas de la salida de Marruecos hacia Barcelona. ¿Cambia mucho el estar en una ciudad como esa normalmente, aunque se mantengan algunas costumbres?
J.A.: Hay mucha diferencia entre la cultura marroquí y la cultura catalana/española; las costumbres, el idioma, la religión, todo es muy diferente.
Pero si pensamos desde una perspectiva más profunda, más humana, veremos que al fin y al cabo todos somos diferentes e iguales a la vez.
Todos nacimos y morimos, todos sufrimos y amamos, luchamos para tener una vida digna, para tener oportunidades, para ser felices.
Todo lo demás no debe ser un inconveniente para la buena convivencia entre los vecinos, los amigos, etc.
Yo personalmente mantengo muchas costumbres marroquíes, y a la vez he adoptado costumbres catalanas y españolas.
Cuando era jovencita, sufrí un choque de identidad; no sabía qué era en realidad, no me sentía ni marroquí ni catalana/española.
Estuve así unos años, hasta que acepté mi mezcla cultural y amar esa mezcla tan diferente y a la vez rica en todos sus aspectos.
Era mi cultura a la carta, una cultura llena de diferencias, pero a la vez rica en respeto, empatía, humildad.
De eso se trata: intentar crear un entorno saludable, donde todos seamos aceptados, sin importar la religión, ni la nacionalidad, ni las orientaciones sexuales, dejar huella en nuestro camino, sembrar paz allá donde vayamos.
J.M.: ¿Resulta difícil aprender catalán o castellano habiendo hablado una lengua bereber?¿Es difícil llegar después a la Universidad y terminar una carrera?
J.A.: La verdad, no ha sido difícil aprender el catalán y el castellano por una simple razón; soy una enamorada de los idiomas.
En la universidad sí que fue difícil, ya que hice toda la carrera compaginando trabajo y estudios.
Y tampoco tuve el apoyo de mis padres para seguir estudiando, pero completé mis estudios tal como deseaba, y me siento muy orgullosa del esfuerzo y mi lucha constante hasta el final.
Para mi padre, por ser niña, había de olvidar estudiar y formarme, pero había declarado la guerra a la niña equivocada, y perdió.
Una persona sin estudios es como un barco a la deriva; al final se hunde.
J.A.: En primer lugar, invito a todas las personas que nos están leyendo a leer mi novela, leer siempre nos ayuda a crecer como personas, y además es una fuente de riqueza saber de otras culturas y costumbres.
Y también animar a las personas que se encuentran en una situación similar a la protagonista de mi novela, a no conformarse, a luchar por la libertad y una vida digna.
No estamos en este mundo para cumplir los deseos de nadie, más bien para cumplir nuestros deseos y sueños, para vivir en vez de sobrevivir, para volar alto sin pedir permiso a nadie.
Juana María Fernández Llobera
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