Buenas tardes, Nuria.
Eres la autora del libro cuyo título es ‘Una vez estuve muerta’, que fue Finalista del I Premio Soledad Verdú de Cuentos con Ilustraciones. Vamos a centrarnos en esta obra para hacer la entrevista. Es un libro que contiene once relatos (Islas flotantes; Marcas; El dolor es la mejor de las enseñanzas; La línea imaginaria; Ana, es tan corta la vida; Supervivencia; A partir de ahora puedes tener bebés; Elige tu propia miseria; Louise & Thelma; Ser dos cosas a la vez; y por último, Y no te creas que te voy a mantener).
Antes de entrar en tu obra, como pido siempre a las personas entrevistadas, quisiera que nos hablaras de ti, para que los lectores te conozcan más. Me gustaría que nos dijeras de dónde eres, dónde vives ahora, a qué te dedicas aparte de a escribir, cómo te iniciaste en la escritura y todo lo que quieras añadir.
Nuria: ¡Hola Juana! Gracias por invitarme a tu espacio. Pues te cuento que nací en Madrid un día de Nochebuena del siglo pasado y llevo casi siete años viviendo en Sevilla.
Soy escritora, mentora literaria y consultora editorial. Mi pasión por las palabras me llevó a dedicarme no solo a escribir, sino también a ayudar a otros a contar sus historias y a dejar un legado a través de sus libros. Combino mi trabajo como autora con mi labor de mentoría para escritores que buscan desarrollar su talento y llevar sus proyectos literarios al siguiente nivel. Porque creo firmemente en el poder de las palabras para transformar vidas.
Además de escribir por auténtica pasión, me dedico a la corrección de manuscritos, la lectura editorial y el asesoramiento en comunicación online. También comparto recomendaciones de escritura, técnica narrativa y motivación en mi canal de YouTube y en mi podcast Pasión por la escritura creativa.
Desde muy niña siempre he sentido una conexión especial con la escritura, pero mi camino como autora no tomó forma hasta que descubrí el Taller de Escritura Creativa de Clara Obligado en 2008. A partir de entonces empecé a publicar mis primeros relatos que están recogidos en el libro Nido ajeno y más tarde llegó mi novela breve La mujer que vendía el tiempo. Ya en 2024 se publicó Una vez estuve muerta, que como decías al principio, quedó finalista del I Premio Soledad Verdú.
Cuando no estoy escribiendo o impartiendo clases, suelo leer, ir al cine, a exposiciones, a presentaciones de libros, a eventos culturales, a dar paseos por la playa y sobre todo acaricio a mi gata Priscilla, alias Bicharraca.
Dedicas el libro ‘A todas las mujeres que fuimos, somos y seremos’. Algo que, a mí, particularmente, me gusta. Después citas frases de obras de tres escritoras: de la escritora inglesa Jeanette Winterson, de su obra ‘La pasión’, que data de 1987; de la escritora argentino-española (ya que tiene ambas nacionalidades) Clara Obligado, de su obra ‘Una casa lejos de casa’ y de la escritora estadounidense, más concretamente, nacida en Massachussets, Jenny Offill, de su obra ‘Departamento de especulaciones’. ¿Podrías explicar a los lectores la razón de tu elección y por qué esas frases en concreto?
Una vez estuve muerta son once historias de mujeres en diferentes etapas de la vida aunque también podría ser el relato de una sola mujer desde la infancia hasta la vejez. Así que dedicar el libro a todas las mujeres de todos los tiempos y a aquellas niñas, adolescentes, jóvenes, maduras… que fuimos y seremos me pareció lo más lógico.
Los epígrafes que elegí son también de tres mujeres a las que admiro profundamente: Jeanette Winterson porque su novela La pasión es una de mis favoritas de todos los tiempos, Clara Obligado porque es mi gran maestra y mentora de vida y Jenny Offill porque cuando empecé a escribir los primeros relatos de Una vez estuve muerta estaba leyendo su libro y creo que algo de su estilo se pegó a mis cuentos.
Tu primer relato se titula “Islas Flotantes”, que comienza de la siguiente forma:
‘Una vez estuve muerta. Eso ocurrió cuando vivía en un bajo interior de una ciudad del norte, donde solo la primera semana de julio entraba por unas horas la luz natural’.
En este relato nos narras la adaptación de una mujer que se muda a una ciudad del sur (‘He venido al sur, justo donde las ciudades dejan de tener tejados y se transforman en azoteas, donde la cota de nieve es inexistente’), para rehacer su desoladora vida. Me llama la atención que expresas en el relato: ‘Morimos más veces de lo que pensamos, pero hay muertes de las que se puede huir’. La muerte de las protagonistas es una de esas muertes en las que puede huir. ¿Cómo nació la idea de este relato? ¿Por qué das tanta importancia al picaporte que nunca abrió ni cerró bien en todo el tiempo que vivió en el bajo interior con M.? De hecho, existe otro picaporte en la historia más al final.
Islas flotantes es el primer cuento que escribí del libro y surgió justo cuando me mudé a vivir a Sevilla. Así que la protagonista tiene mucho que ver con mi historia personal aunque el relato se compone de mil capas de ficción. En Madrid vivía en un sótano y en Sevilla vivo en el último piso. Lo que más me llamó la atención al principio eran las azoteas viniendo de una ciudad donde todo son tejados. El relato habla sobre los miedos, sobre todo aquellos relacionados con la estabilidad y la famosa ‘zona de confort’. El picaporte representa metafóricamente la oportunidad de traspasar ese umbral del miedo y lanzarse a la vida.
En el segundo relato, hay una frase de una escritora a la cual yo admiro muchísimo, que es Ana María Matute, que dice así: <<A veces la infancia es más larga que la vida>>. ¿Puedes explicarnos la razón de dicha elección? ¿Qué relación tiene con el relato?
El territorio de la infancia es donde quedan sepultadas todas las heridas que luego de adultos, si hacemos el ejercicio consciente, podemos desenterrar y darle explicación a muchos de nuestros comportamientos. Por eso es tan importante esa etapa de la vida porque siempre llevamos dentro esa niña que fuimos aunque la hayamos abandonado. El relato Marcas habla precisamente sobre esas “marcas” que nos deja la infancia y que como las costras de la varicela nos quedan para toda la vida.
El segundo relato, que como he mencionado anteriormente, se titula ‘Marcas’, comienza de la siguiente forma: No te rasques las costras o te quedarán marcas. Mi abuela espolvoreaba el talco sobre mis pústulas mientras negaba con la cabeza. Nena, nadie te querrá si te pones fea’. Pero ese relato va más allá del hecho de tener varicela. ¿Qué fue lo que te llevó a escribir este relato?
La infancia es un tema recurrente en mis relatos. Me gusta bucear en recuerdos del pasado que, aunque en su momento fueron anécdotas intrascendentes, con el paso del tiempo han adquirido relevancia. Esa es la emoción que intento traspasar a los personajes de estos cuentos. Y sí, Marcas va más allá de tener varicela, enfermedad muy común en los niños, trata del momento epifánico de una niña que descubre las diferencias sociales (y existenciales) de haber nacido hombre o mujer. También es un cuento que explora los roles femeninos y la relación con una madre ausente.
En el tercer relato, que se titula ‘El dolor es la mejor de las enseñanzas’, hablas de una niña cuyo padre es capitán médico del Infantería de Marina. Particularmente, me gusta mucho el final que, evidentemente, no voy a desvelar. ¿Hay alguien cercano que vivió esa situación y por eso lo escribiste, o simplemente se te ocurrió en relación al problema que surge?
El dolor es la mejor de las enseñanzas surge de una anécdota que me contó una de mis tías y es la frase que inaugura el relato: ‘Sabíamos que mi padre estaba en casa porque dejaba su gorra de plato en el perchero de la entrada’. Mi abuelo materno era capitán de la Marina y me inspiré en este rol para convertirlo en un personaje de ficción. El argumento del cuento es todo inventado, pero me gustaba esa imagen para comenzar una historia sobre las relaciones conyugales y la infidelidad. Juego con este estereotipo del marino, un hombre que pasa muchos meses embarcado por trabajo, para contar desde el punto de vista de la mujer y la hija que se quedan en tierra. El final del cuento está inspirado en la novela El despertar de Kate Chopin.
En el cuarto relato, cuyo título es ‘La línea imaginaria’, le dedicas a Miguel el mismo, por ser el que te regaló la frase que inspiró este relato. ¿Puedes explicar cómo sucedió? En este relato nos hablas de Paula y de dónde vive con sus padres. El padre estudia para aprobar una oposición. No voy a desvelar nada más, ya que, si lo hago, perdería la gracia la lectura del mismo.
Este cuento surge de una anécdota que en esta ocasión me contó mi amigo Miguel. Cuando estaba estudiando oposiciones para bombero su hijo le preguntó algo parecido al disparador del relato que está sintetizado en esta frase: “Le pregunté a mi padre si éramos pobres, se rió y me dijo no, nenita, a ti no te va a faltar nunca de nada, ya verás cuando apruebe la oposición”. A partir de ahí me imaginé a la protagonista viviendo en un barrio muy parecido al de mi infancia que es Tetuán, en Madrid, un distrito enorme donde confluyen zonas de clase media-alta con media-baja y baja. El cuento trata del despertar de esa niña, habitante de la línea imaginaria que separa esas zonas, que descubre en qué consiste pertenecer a uno u otro lado de la franja.
En el quinto relato, ‘Ana, es tan corta la vida’, título que procede de una canción de un cantautor en el relato, nos hablas de unas amigas en Nochevieja y como una de ellas se acuerda de Ana, de su periodo en la Universidad y lo que vivieron juntas. Me gusta como va evolucionando el relato y la historia que cuentas. Bajo mi punto de vista, es muy diferente a los anteriores. ¿De dónde surgió esta historia?
Pues surge de la Nochevieja de 2019, una de las más extrañas de mi vida, que pasé en un hotel de una población gaditana. Ese lugar extraño, fuera del tiempo y el espacio, es lo que me dio pie a escribir la historia de cuatro amigas cuarentañeras, un poco desengañadas de la vida y de vuelta de todo, que tratan de evitar el pasado y solo mirar al futuro. Por eso transcurre durante esa noche mágica del final del año que representa, simbólica y literalmente, un cambio de ciclo. Es un relato con un punto ácido y humorístico que intenta conferir liviandad a temas como la muerte, la desilusión y los sueños rotos. Quería darle un toque de Lorrie Moore, una autora que me fascina y que dice que el humor es un acto de resistencia.
En el sexto relato, que como he mencionado al principio, tiene como título ‘Supervivencia’, comienzas el mismo de la siguiente manera: ‘Teníamos once años cuando las primeras bombas cayeron en nuestra ciudad. No tengo recuerdos de la huida, ni de las fronteras que atravesamos’. En él nos hablas de la solicitud de asilo. ¿Puedes contar a los lectores de qué guerra estás hablando y a qué país van los protagonistas de la historia? ¿Puedes decirnos la razón que te impulsó a contar esta historia?
El relato surge de la foto que obtuvo el primer premio individual de la categoría "Gente" en el concurso de fotoperiodismo World Press Photo de la edición de 2018. En ella se ve a dos hermanas adolescentes postradas en una cama con una sonda nasogástrica como en estado de coma. Al leer la historia de la imagen empecé a investigar y a ver documentales sobre el síndrome de resignación que es una enfermedad que solo afecta a los hijos de quienes buscan asilo. Dejan de caminar y hablar, o de abrir los ojos. En Suecia llevan dos décadas combatiendo esta enfermedad. Las niñas de la foto son dos hermanas refugiadas de la guerra de Kosovo a las que quise hacer un homenaje en el cuento para mostrar la clase de horror que han debido de vivir esas muchachas para decidir desconectarse del mundo y literalmente hacerse las muertas en vida. En Supervivencia no hablo de una guerra concreta, sino de todas las guerras que en el fondo creo que son la misma. Y de las consecuencias de los conflictos armados sobre la población más vulnerable. Es también la historia de crecimiento de dos hermanas gemelas cuya prioridad en la vida desde niñas ha sido sobrevivir.
En el último relato, ‘Y no te creas que te voy a mantener’, hay una frase de una obra de J.M. Coetzee, titulada ‘Desgracia’, que dice así: <La venganza es como el fuego. Cuanto más devora, más hambre tiene>>. ¿Qué relación tiene la frase de John Maxwell Coetzee, que es un escritor sudafricano nacionalizado australiano, que fue Premio Nobel de Literatura en 2003, con el relato?
No te creas que te voy a mantener es la historia de una empresaria de setenta años que ha conseguido fama y fortuna, el ejemplo de mujer hecha a sí misma, que cuando está a punto de jubilarse recibe la llamada de su ex cuñada para abrir una herida del pasado. Ella ya ha resuelto ese capítulo de su vida pero vuelve a descender a los infiernos para hacer una última cosa: vengarse. Pero no se trata de una venganza al uso, se trata en el fondo de un acto de bondad que tiene un doble filo. También quería con este cuento desmitificar la imagen tópica que tenemos de las mujeres mayores, ese estigma de la vejez, combatiéndola con un personaje vitalista que va al gimnasio, que administra su fortuna y que se acuesta con jovencitos por dinero sin el más mínimo pudor ni sentimiento de culpa.
No quiero desvelar más de los otros relatos, porque le quitaría la magia a la lectura. ¿Qué quieres añadir más a la entrevista? ¿Qué te gustaría comentar que no te haya preguntado?
Ha sido una entrevista muy interesante que me ha permitido reflexionar sobre mi proceso de escritura y tomar conciencia de los subtextos de mis relatos. También volver a meterme en la vida de ‘mis’ mujeres que pululan por estos once cuentos, que podrían ser una sola en distintos momentos de su vida, pero que todas ellas se enfrentan como pueden o les permiten a los roles de género, orbitando en un espacio límite entre la adaptación y la rebeldía ante el orden establecido.
Y poco más, solo animar a los lectores a que se acerquen a estos cuentos y se cuestionen temas como el amor, la maternidad, las relaciones de pareja, el sexo, la fidelidad conyugal....
¡Muchas gracias!
Juana María Fernández Llobera
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