Sacudiendo moscas
Buenas tardes, Paula.
Eres la autora de un libro de relatos denominado ‘Sacudiendo Moscas’, que me enganchó desde la primera página. A lo largo de mi vida he leído muchos libros, muchos de ellos antes de estudiar Filología y, quizás por ello, sé cuándo comienzo un libro si es una joya y éste, me lo pareció desde el primer instante. Aunque es tu primer libro de compendio de cuentos publicado, queda claro que has estado escribiendo desde mucho tiempo atrás, porque los dieciséis relatos están muy bien estructurados, con un título adecuado, con unos personajes bien definidos que te sumergen en la historia, hay mucho dominio del lenguaje que, además, es muy rico. Todo ello en escenarios cotidianos, tratando temas arduos, como puede ser la minusvalía, la fobia a la oscuridad, el abuso, una mujer con Alzheimer, un niño con Autismo, y otros que no voy a desvelar en esta entrevista.
Antes de adentrarnos en la obra, me gustaría que nos hablaras de ti, dónde naciste, dónde resides actualmente, qué te llevó a escribir, a qué te dedicas aparte de a escribir, para que el lector pueda conocer a la autora de una obra que dará que hablar.
Ante todo, darte las gracias por esta crítica tan generosa a mi obra y darme la oportunidad de responder a tu entrevista.
Nací y vivo en Madrid, aunque paso temporadas largas en Las Palmas de Gran Canaria, allí están ambientados muchos de mis cuentos.
Podría decir que escribo desde siempre, los libros y la escritura eran y continúan siendo mi escape y refugio. Eso y una gran afición a inventarme historias. Recuerdo mi afán por leer los libros que mi madre colocaba en la parte alta de la librería hasta que tuviese edad para leerlos y cómo los cambiaba de estante según iba cumpliendo años. Sentía verdadera pasión por la lectura. No recuerdo exactamente qué me llevó a escribir, supongo que la necesidad de contar esas historias que imaginaba.
Das mucha importancia al lenguaje, se nota por lo cuidados que está los textos, no solo por el dominio del lenguaje, sino porque, aunque son de fácil lectura, amenos, sorprendentes y con variedad de atmósferas, hay riqueza de vocabulario y hay momentos en que resultan poéticos, aparte de que eres capaz de dar paso al humor en el momento justo. ¿Cómo has logrado ese nivel de perfección? ¿Puedes explicar a los lectores dónde te formaste?
Sin duda con la lectura desde muy niña, es fundamental. Aunque lo lógico hubiera sido estudiar una carrera de letras —literatura e Historia eran mis asignaturas preferidas—, mi rebeldía me llevó a estudiar una carrera de ciencias, nada menos que Arquitectura técnica, y seguir así los pasos de mi padre. Pero los libros han estado siempre conmigo. He tenido la suerte de contar desde mi infancia con una biblioteca extensa en la que predominaban los grandes clásicos, y llegó un momento en el que me encontré con Carmen Martín Gaite, Josefina Aldecoa, Ana María Matute, Javier Marías, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez. Desde que escribo cuentos me acompañan Grace Paley, Lorrie Moore, Alice Munro, O‘Connor, Cristina Fernández Cubas, Cristina Sánchez Andrade, Lucía Berlín, Mariana Enríquez… y muchas más.
Me he formado en Escritura Creativa y Relato en la Escuela de Escritores de Madrid durante cuatro años intensivos y continúo trabajando con ellos en estos momentos.
El libro contiene dieciséis relatos, que son: La vida sentada; Sacudiendo moscas (que es el relato que da nombre al compendio de relatos); Alguna que otra fobia; Antes de la carcoma; Líneas de cal; Abrigo de nata; La lengua desatada; El hijo; Tierra roja; La semilla voladora; Sangre o Carne; Un cuento chino; Yo soy feliz así; Tinte permanente; Elvira y, por último, Anfibias. Lo que me sorprendió mucho fue que, siendo cuestiones que conllevan sufrimiento, mucho dolor, lo narras de tal forma, con tanto sentimiento y claridad, que todas las historias parece que realmente las has vivido en tu propia carne. Puede que alguna así sea, pero me imagino que no todas. ¿Cómo logras adentrarte tanto para describir lo que sienten los personajes en momentos duros y complejos con tanta precisión y como si lo estuviera tú misma padeciendo?
En mis cuentos predominan temas como el de la rutina, la comunicación, el amor, la incomprensión, lo diferente. La importancia de cómo nos sentimos tratados o nos tratan en la infancia y cómo nuestros miedos hacen de nosotros los adultos en los que nos convertimos. El conocimiento del ser humano, lo iguales y diferentes que podemos llegar a ser hace que me implique tanto con mis personajes. Siento fascinación por lo que nos pasa.
Hay frases a lo largo del libro que expresan con claridad tantas cosas, que sientes lo que están viviendo los protagonistas, por ejemplo, en el primer relato que es ‘La vida sentada’, la protagonista expresa en relación a su amiga Finita, ‘Sus piernas invadían mi mundo sentado’; o en el relato, ‘Sacudiendo moscas’, cuando se dice, ‘…mi cuerpo es un terrón seco a punto de desmoronarse’, o en ‘Antes de la carcoma’, cuando se expone ‘Me daba risa mi propia carcajada estridente, era una risa hablada’, de todo ellos, deduzco que eres una gran observadora. Cuando escribes la historia, ¿tardas mucho hasta llegar a completar cómo quieres cada uno? Cuéntanos el proceso, para que los lectores puedan hacerse una idea.
Si, suelo ser muy pesada. El proceso de mis cuentos ocurre siempre de la misma manera, aunque hay algunos mucho más impulsivos como La vida sentada y otros más reflexivos como Sacudiendo moscas. Primero me viene la idea de algo que quiero contar, soy muy observadora y siempre estoy atenta a las conversaciones en un bar, por la calle o tomando el sol en la playa. En un principio escribo sin pensar en la estructura, el punto de vista o los giros; es el borrador de una historia y no paro hasta que la tengo escrita. Los finales los suelo dejar abiertos porque si no no terminaría nunca, así que hasta que no tengo todo el cuento definido y claros los personajes no trabajo el final. Con el principio me pasa algo parecido, aunque siempre hay un momento en el proceso, que salta casi de una manera inconsciente. Después viene el trabajo en serio y las correcciones que sean necesarias hasta que lo doy por finalizado.
Tus personajes a pesar del dolor y la frustración, no se rinden, luchan, van hacia una especie de liberación de alguna manera, ¿qué quieres transmitir a los lectores al respecto?
Mis personajes son extraordinariamente reales: ríen, lloran, aman, se sienten solos. Lo que me gustaría trasmitir es que a pesar de las dificultades que encontremos en nuestro día a día, existen mucho caminos diferentes para continuar, y que todos los caminos pueden ser válidos.
¿Cómo fue que surgió este libro? ¿Habías escrito algunos de los relatos y luego viste la posibilidad de juntarlos o ya teniendo un núcleo común te pusiste a escribirlos?
Tenía varios relatos sobre la infancia: Tierra roja, Abrigo de nata, El hijo, Líneas de cal. Siempre me ha interesado cómo nos marca la infancia y nos convierte en los adultos que somos, las moscas que tenemos que sacudir para espantar lo que nos bloquea y poder continuar viviendo. Así que pensé que por qué no seguir con relatos de la adolescencia como Elvira, Sacudiendo moscas, Sangre o carne. De la vida adulta como Anfibias, Tinte permanente y de la vejez como Yo soy feliz así y Antes de la carcoma. Los dieciséis relatos son un recorrido por la vida. Un recorrido desordenado, como a veces suceden las cosas. De ahí que no exista una cronología en el orden de los cuentos y que La vida sentada o Alguna que otra fobia ocupen un primer lugar.
El retrato que haces de la infancia está muy alejado de la idea que muchos manifiestan como de un periodo muy feliz, momento idealizado, y veo que es un periodo muy importante para ti, ¿podrías explicar a los lectores la razón?
Efectivamente se relaciona la infancia con una etapa de la vida feliz o con ausencia de preocupaciones. Pero no siempre es así. La manera de identificarnos o no con el mundo que nos rodea puede significar que seamos más o menos felices. Nuestros padres, amigos, profesores y familia cercana influyen muchísimo en nuestra autoestima y seguridad. Su comportamiento, los gestos, el lenguaje, las muestras de cariño, su propia seguridad o infelicidad, la atención, serán vitales para la felicidad del niño. Y eso sin contar con los abusos, malos tratos y la soledad.
Eres una Escritora de cuentos y novela corta. ¿Estás actualmente con un nuevo proyecto? ¿Puedes desvelar a nuestros lectores algo sobre él?
Acabo de terminar un proyecto en el que confío y tengo mucha ilusión. Es otro libro de cuentos, pero esta vez son ocho cuentos largos. Ocho historias de mujeres que se enfrentan a temas como el de la rutina, la incomunicación o el miedo a la libertad. Cuentos que remiten, en definitiva, al sufrimiento del ser humano y, en particular, a las mujeres en constante búsqueda de una identidad y un mayor aprecio. Mujeres que echan de menos un poco más de amor. Creo que hasta aquí puedo decir.
Supongo que no has publicado hasta que te has sentido segura de que merecía la pena sacarlo a la luz, ¿cuándo fue ese momento?, ¿cómo lo viviste?, ¿qué sentiste cuando el libro estuvo ya publicado?
Cuando diagnosticaron a mi madre la enfermedad de Alzheimer quise tomarme la escritura en serio. La necesidad de escribir un diario junto a ella según pasaban los días y los años me sirvió para comprender lo que estaba pasando. El Alzheimer de mi madre hizo que me reencontrase con ella y con la escritura. La publicación de Sacudiendo moscas fue una celebración y un homenaje además de una satisfacción inmensa.
Suelo hacer una pregunta a las personas que entrevisto, que suele ser la última. Dime, ¿qué es lo que te hubiera gustado que te preguntara? Dinos cuál es esa cuestión y contéstala.
Podría ser esa pregunta que suelen hacerme: ¿A qué personaje quieres más? Y mi respuesta es que quiero a todos por igual, aunque sin duda, algunos personajes han necesitado más atención que otros.
Juana Ma. Fernández Llobera
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