EL ASOCIACIONISMO CIUDADANO (III: Conclusión)
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EL ASOCIACIONISMO CIUDADANO (III: Conclusión)

Nota de Miquel Palou-Bosch

Miquel Palou-Bosch | 7 jul 2024


CRÓNICAS HIPATIA –Dpto. de Investigación social

EL ASOCIACIONISMO CIUDADANO (III: Conclusión)

Fuentes:

(1) TRIPALIARE. MANUAL AYUDA MUTUA (MAM). Miquel Palou-Bosch, Ricardo Pérez-Accino, Palma, 12/2007. Anamib (www.anamib.com)

(2) “Teoría política: democracia horizontal, democracia vertical y democracia digital”, Gianfranco Pasquino, Universidad Bologna. Exposición realizada del 24 de mayo del 2000. Salón Auditorio del Archivo Gral. de la Nación. Centro de documentación e información, Ministerio de Economía, República Argentina. Traducción realizada por Cecilia Straw. (https://cdi.mecon.gob.ar/bases/docelec/unibo/wppasquino.pdf)

(3) GUÍA PARA LA GESTIÓN DE ASOCIACIONES (pág.13) Patricia Tschorne, Carles Mas y José L.Regojo. Editorial Popular. Madrid, 1990. (ISBN:81-7884-027-3).

(4) “Estrategias de manipulación”, por Manuel Araus y Francisco Sandalio. REVISTA AUTOGESTION Nº 55 (10-11/2001). www.nodo50.org.

Imagen: Ayuntamiento Beniel. Participación Ciudadana.

 

Max Weber (1864-1920) estructuraba la sociedad a través de los llamados “ständs” (estamentos): “el político-militar, el económico y el ideológico” (1). Posteriormente, la pugna entre estos tres “ständs” provocaría el “konflict-stände” (conflicto de los estamentos entre sí). Y para mantener cierto equilibrio era importante suprimir cualquier ideología que pusiera en cuestión “el prestigio y el crédito moral” (1) de quienes mantuvieran el poder político y las fuerzas del ejército. Para ello, creía Weber, era necesario que el propio Estado se dotara de su propio sistema ideológico y de la infraestructura necesaria para difundirlo (enseñanza, arte, literatura y teatro, prensa, filosofía…), aparte de las capacidades para desacreditar las fuentes críticas contra los gobiernos. Asimismo, de todas formas, Weber pensaba que cada “ständ” tenía, además, su propio “lebensstil”, es decir, su propio carácter, su propio “estilo de vida” (2). Así, existía un “lebensstil” particular para la burguesía y otro para el estrato militar y político, y a la vez otro distinto para la aristocracia (a pesar de la relación que ésta tuviera con el aparato político-militar). Por supuesto, cada estrato del poder eclesiástico tenía su propio “estilo de vida” (2) o de ser. Y el pueblo llano también se diferenciaba por el modo en que vivía y la particularidad de sus propias creencias, muy alejadas, en aquel tiempo, de su crítica efectiva a las autoridades; más bien, el miedo era el que dirigía sus vidas. Pero no hay que confundir los estamentos de Weber con las clases sociales. Los “ständs” son elementos de poder, mientras que la población en general no tiene ningún poder; lo tendrá cuando esta población será animada por los ideólogos y es capaz de organizarse con sus propias fuerzas paramilitares, financiadas por la burguesía.

A partir del fracaso de esta estructura, en la que la ideología se impuso y modificó (sin evitar los conflictos violentos) el planteamiento de las sociedades europeas, la aristocracia y el clero cayeron y se crearon los parlamentos con representantes votados por el pueblo. Los partidos planteaban sus programas, sus intenciones para dirigir los ejércitos, la policía, la enseñanza, la administración del comercio y la industria, la planificación de los tributos y la disposición de medios para impartir una justicia independiente. Y los ciudadanos decidían

cuáles de estos programas más les seducían. Aunque esto no fue fácil al principio, dado el grado de analfabetismo existente, será una manera con la que el poder legitimará su autoridad.

Una vez que, en la actualidad, se encuentra diseñada la sociedad con sus tres poderes esenciales (legislativo, ejecutivo y judicial) y una constitución o ley primaria de derechos y deberes fundamentales de las partes, se puede ya observar formalmente constituido el Estado de Derecho. No obstante, si bien se han establecido los “ständs” a través de un pacto, soslayando la imposición de antaño, merece recordar que no se ha producido convergencia entre los diferentes “lebensstil”, sino que éstos, es posible, tal vez hayan incrementado aún más sus diferencias. En consecuencia, la única posibilidad, dado el incremento de las poblaciones, y la imposibilidad de una democracia directa (o sea, que toda la población se encuentre en los parlamentos), sólo cabe la oportunidad de convenios entre los distintos tipos de “lebensstils”, dándose una forma de vivir más o menos convergente, más o menos común, un nuevo “estilo de vida” (2) pactado a través de razonamientos que den lugar a un consenso.

Pero estas diferencias y estos pactos deben positivarse, no es suficiente que la sociedad civil lo establezca privadamente. Para que sea efectivo tal acuerdo, los poderes públicos deben admitirlo y establecerlo por escrito en las normas que rigen la comunidad. Los diferentes “estilos de vida” (2) deben trasladarse de manera coherente ante las autoridades, al efecto de que éstas puedan atender y entender las propuestas. Y la manera de remover que tienen los ciudadanos, respecto “de circunstancias y situaciones” (2) “de abuso, negligencia o desinterés por parte de autoridades o de poderes fácticos” (3), es mediante la organización de grupos sociales que, desde sus propias bases, planteen los problemas que entorpecen el disfrute pleno de los derechos civiles. Por tanto, la abstracción y burocracia (“ständs” formales de poder político, administrativo y judicial) puede resultar atenuada, en su alejamiento fortuito o forzado de la población, a través de las organizaciones ciudadanas, que darían un enfoque más efectivo (más real) a los problemas y cuestiones sociales. A mayor abundamiento, se podría decir que, mientras las estructuras de poder son lentas y estáticas, por su propia naturaleza, la sociedad sufre de mutaciones constantes y a más velocidad. De ahí que tenemos un desequilibrio entre ambos “ständs” (los teóricos y formales) y los grupos cívicos (prácticos y materiales). La manera de “buscar un contrapeso al [posible] deterioro de los valores democráticos producidos por la denominada “democracia vertical” (2), teorizada por Schumpeter, lo hace Pasquino (2002) al hablarnos de la “democracia horizontal” como concepto alternativo a la “vertical”. El autor utiliza la concepción planteada por Alexis Crérel de Tocqueville en su obra LA DEMOCRACIA EN AMERICA (1835-1840). Cuando [este autor…] estudió la sociedad estadounidense observó que los ciudadanos se asociaban frente a cualquier problema importante que surgía […]” (1). De ahí que Pasquino reivindique la “democracia horizontal” (2) como estructura de “demanda y control de las gestiones políticas”, sin que, por ello, las organizaciones cívicas que componen dicha estructura actúen como partidos políticos, ya que, en este caso, formarían parte del estamento formal y, en consecuencia, cambiarían sus elementos de practicidad y materialidad por los de teorización y formalidad, lo que situaría a la entidad cívica en el entorno de la “democracia vertical” (2).

Por otra parte, en ESTRATEGIAS DE MANIPULACIÓN (4), Arau y Sandalio creen que las “estructuras democráticas” (1) se enquistan a través de la manipulación (1): se desvirtúan las leyes a través de los reglamentos, órdenes ministeriales, normas autonómicas... Con esta estrategia, se provoca una “degradación progresiva” (4) de los “armazones de poder” (1). Ambos autores definen la “estrategia de la degradación progresiva” (1) “como aquella técnica

que consiste en aplicar, por parte de la autoridad, una ‘medida socialmente inaceptable’ (4)”. Indican que “esta progresión se realiza en un ciclo que puede oscilar entre 10 o 20 años, según el tipo de medida” (1).

También, por supuesto, está la manera de difundir y utilizar los medios de comunicación (escritos, audiovisuales, Internet…) para apoyar o desacreditar determinadas normas, bien establecidas o en proyección.

El asociacionismo, por tanto, serviría para informar a las entidades públicas de los problemas y demandas sociales, así como de los defectos o errores posibles establecidos en las normas. Pero, además, con su equipo de voluntariado, generan un ahorro a las arcas públicas. Los Grupos de Ayuda Mutua (GAM), por ejemplo, generalmente en casos referidos a la salud, “generan un ahorro a los entes públicos [de forma muy clara] al cubrir unos servicios de atención al paciente, pues dichos servicios son realizados por los mismos afectados” (1) una vez dados de alta. Es decir, se practica un proceso rotativo, en el cual el afectado es ayudado para salir de su pozo de tal manera que, con monitores facultados técnicamente, se pueda asistir y acompañar a los nuevos afectados. Esta co-participación es muy favorable para las personas rehabilitadas, en tanto en cuanto se sienten útiles después de superar sus traumas; y, a la vez, retornan con su trabajo voluntario la ayuda gratuitamente recibida.

Aparte, nos encontramos también con otro efecto favorable: “el factor de la complementariedad”. Los GAM agregan a los servicios sanitarios un trabajo no remunerado que, de otra manera, sería muy costoso para las instituciones. O, en última instancia, la operatividad de dicho servicio no podría realizarse por el complejo entramado administrativo-burocrático. Por ejemplo, el espacio afectivo es difícil que pueda ser aplicado por el profesional. “Además, no siempre la familia o el entorno de amistades están preparados para atender las necesidades del afectado, bien por conflictos no resueltos u otras circunstancias que provocan contra-transferencias emocionales […]” (1) dañinas para el sujeto doliente. También es cierto que no todo el mundo está capacitado para ser cuidador. La persona encargada para cuidar, puede ser especialmente sensible a los sufrimientos del perjudicado o paciente; en consecuencia, el riesgo para la salud del cuidador también está a la vista. Y está muy claro que todo cuidador tiene sus límites de estrés, cansancio, agotamiento o extenuación.

Finalmente decir que el voluntariado, muchas veces, practica una cierta auto-explotación, lo que difícilmente practicará un funcionario público. La situación, en consecuencia, manifiesta una diferencia entre la organización privada (sin ánimo de lucro) y la pública. Por ello, el asociacionismo se plantea como una forma de complementar las actividades públicas y de remover los defectos y vicios que éstas puedan llegar a tener.

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