He escogido la novela “El silencio de las sirenas”, de la escritora Adelaida García Morales, para comentarla. Esta novela fue galardonada, el día 15 de noviembre de 1985, con el III Premio Herralde de Novela por un jurado compuesto por Juan Cueto, Salvador Clotas, Luis Goytisolo, Esther Tusquets y el editor Jorge Herralde. Por otra parte, también se premió dicha obra con el Premio Ícaro que fue instituido por Diario 16.
Como en otras obras suyas anteriores, Adelaida García Morales vuelve a escribir sobre la soledad, la muerte, el amor, el ideal del amor platónico. Dicha obra se escribió en Capileira, que es un pueblecito situado en la comarca granadina de La Alpujarra, donde Adelaida se había trasladado a vivir con su entonces pareja, el director de cine Víctor Erice. ¿Pero de qué trata la novela? María, una joven maestra que llega a una localidad de La Alpujarra, nos cuenta la intensa y extraña historia de amor que vive una joven forastera, llamada Elsa, que conoce en esa aldea, en una sesión para quitar el mal de ojo. Elsa está enamorada de Agustín Valdés, un hombre que apenas conoce y que vive en Barcelona. Se trata de un amor platónico, pues no es correspondido por él.
La aldea donde transcurren los hechos de esta historia es un pueblo, perdido y medio deshabitado de Las Alpujarras, de difícil acceso y prácticamente desconectado del resto del mundo. En él, parece que el tiempo está detenido.
El haber vivido en La Alpujarra, hace que, mediante la observación de sus tierras y sus gentes, pueda en la novela, reflejar magistralmente tanto la belleza de sus parajes, como el carácter huraño de sus habitantes.
Las vidas de tres mujeres destacan en medio de este espacio hostil. Tres son las protagonistas de esta historia (tres sirenas). Elsa es la protagonista de una historia de amor que existe solo en su imaginación, que es descrita a lo largo de la novela, por otra de las protagonistas, María, maestra del pueblo, que llega de fuera y, precisamente, esa condición de forastera, la favorecerá para poder acercarse a Elsa, que también lo es. Matilde, por otra parte, es la de más edad de las tres, vecina del pueblo, que será testigo de la intensa y extraña relación que surge entre María y Elsa.
María llega al pueblo para ejercer su profesión de maestra y muy pronto descubre que los habitantes forman un muro de silencio y de rechazo ante los forasteros, algo que no puede hacer cambiar. Sin embargo, su nombre “María”, le abre una puerta, la de Matilde, que es poseedora de unos conocimientos que la hacen muy valiosa para la gente del pueblo, ya que puede curar el mal de ojo. María es invitada a participar en una ceremonia para conjurar los espíritus maléficos y es en esta ocasión cuando conoce a Elsa. Matilde piensa que el extraño trastorno que padece es fruto del mal de ojo.
María siente de inmediato una atracción por Elsa, pero no consigue una verdadera comunicación con ella hasta tres días más tarde, durante una reunión a la que asisten las tres. En esta ocasión, María se inventa que tiene conocimientos de hipnotismo para atraer la atención de Elsa, ya que ha visto que desea ser hipnotizada. El primer intento de hipnotizarla no prospera, pero ante su propia sorpresa, en una siguiente vez consigue hipnotizarla. Esta sesión será la primera de otras varias en el transcurso de las cuales se va detallando la extraña historia de amor de Elsa. María siente mucha curiosidad por esa historia. Su deseo de ayudarla de la forma que cree que es la mejor, acercándola a la realidad, termina por llevar a Elsa a la muerte.
Nos preguntamos, lo primero, en la razón del título “El silencio de las sirenas”. Se denomina así porque la autora utiliza el mito de la sirena para poder mostrar el estado de profundo aislamiento de un pueblo del sur de España. Podemos encontrar una serie de referencias directas al mito de la sirena y a la mitología en general en dicha obra. Por ejemplo, al principio de la novela, en las primeras páginas, hay una alusión al mito de la sirena cuando, entre los objetos que Elsa lega a María antes de desaparecer, está una reproducción de un cuadro de Paolo Ucello: San Jorge y el dragón. Este objeto parece aludir directamente a la leyenda de Melusina (con quien Elsa se sentía identificada). Según la leyenda, que podemos encontrar en la obra de Jean d’Arrás (siglo XIV), que le puso de título “Roman de Melusine”, que fue escrita a petición de Juan, duque de Berry, Melusina fue maldecida por su madre. La maldición consistía en convertirse en mitad serpiente cada sábado hasta que se casara con un hombre que respetara la intimidad los sábados (la transformación no podía presenciarla hombre alguno). Sin embargo, el esposo de Melusina rompe su promesa y éste hecho hace que Melusina se convierta en dragón alado que se ve condenado a desaparecer el el firmamento.
Hay un fragmento en la novela que quiero transcribir porque creo que denota la esencia de la misma: “La palabra <<realidad>> inquietaba a Elsa. Ya lo había advertido en repetidas ocasiones. Tenía el poder de producirle una desagradable desazón. Quizá le sugiriera algo demasiado vago, ambiguo, inaprehensible. Era como si percibiera en ella algo así como las imágenes de un caleidoscopio que no pudiera detenerse, imágenes siempre irrepetibles, inalcanzables. Cuando hablaba de su amor, lo hacía como si fuera el único o el primero de la humanidad, como si la experiencia de otros no pudiera prestarle alguna luz. Y, a pesar de mis palabras, yo sabía que su amor es real extremadamente intenso, tan poderoso como para nutrirse sólo de sí mismo y de su portentosa imaginación. A veces, me empeñaba en imponerle alguna sensatez, pero poco a poco yo misma me fui convirtiendo en testigo de sus ritos amorosos y entregando, igual que ella, a la persecución de una historia fantasma que parecía haber sucedido, o que podría suceder, en un tiempo mítico, en un espacio otro”.
En muchas ocasiones en la novela, se hace alusión a la monstruosidad de Elsa. Ella misma escribe en su diario lo siguiente: “No sabes cómo llegué a percibirme a mí misma en aquellos momentos. Yo era algo informe, repugnante, era un pozo repleto de horrores y amenazas contra mí. Era la monstruosidad misma. Y desde allí, desde aquel hundimiento ahora incomprensible te hablé precipitadamente, sin control alguno. Aunque sólo recuerdo aquel grito desesperado que, como un estribillo, repetía entre lamento y lamento: ¡No soy un monstruo! ¡No soy un monstruo”. Esa visión proviene, según parece que, su amor platónico, Agustín, a, conocerla, le dijo que le despertaba “un miedo incomprensible”.
Elsa en su diario recoge sus sueños, así como lo que surge de los trances hipnóticos que presencia María. Ella se ve a sí misma como “una sirena arrancada del mar y del ser amado por las garras de un águila gigantesca”. Para María, el amor que siente Elsa por Agustín Valdés, que es un amor que nunca va a ser correspondido, es “un canto de sirena a cuyo hechizo [Agustín] ya tenía que haber sucumbido”.
Las tres “sirenas” que protagonizan la novela de García Morales, tienen atributos típicos de las mismas, como son la seducción; la destrucción que deriva del poder de la seducción y una sexualidad frustrada o inexistente. Comencemos viendo a María, la maestra que llega al pueblo a enseñar, que además logra hipnotizar a Elsa, con lo cual es la que está más en contacto con los fenómenos psíquicos, con el mundo de los sueños a través de Elsa y, es allí, donde reside su seducción, su voz, su canto de sirena. Por su parte, Matilde vive aislada, cura el mal de ojo, conoce muy bien la vida del pueblo y de sus habitantes. Vive en armonía con los fantasmas que habitan en su casa, con lo cual, es la que más se acerca al mundo de los muertos, al más allá. Esta es su voz, su canto de sirena. Viuda desde los 26 años, no ha querido volver a casarse porque no quiere aguantar a otro hombre, según sus palabras en la novela. Sin embargo, la más completa de las tres, es Elsa, porque posee un canto profundo e intenso. Su deseo de seducir es explícito. Su incapacidad de lograr seducir a su amado es lo que la lleva a la muerte. Parte de su poder de seducción procede de su belleza, de su “delicada belleza” y de su elegancia a la hora de vestirse. Además, parece más joven de lo que es, lo que, sumado a su aire de misterio, junto a su forma de vivir en un mundo irreal, la hacen muy atractiva a los ojos de María. Su don de crear, sentir y vivir el amor, estando en posesión del amor auténtico, son lo que conforman su voz, su canto de sirena.
Como podéis haber comprobado, es una obra muy elaborada. Es por ello, que he considerado que merecía mucho la pena el hecho de que la gente conociera a esta magnífica escritora, que, como muchas otras, ha sido relegada al olvido, porque yo cada vez que pregunto a alguien si la conoce, la contestación es que no.
Juana María Fernández LLobera
Esta web se reserva el derecho de suprimir, por cualquier razón y sin previo aviso, cualquier contenido generado en los espacios de participación en caso de que los mensajes incluyan insultos, mensajes racistas, sexistas... Tampoco se permitirán los ataques personales ni los comentarios que insistan en boicotear la labor informativa de la web, ni todos aquellos mensajes no relacionados con la noticia que se esté comentando. De no respetarse estas mínimas normas de participación este medio se verá obligado a prescindir de este foro, lamentándolo sinceramente por todos cuantos intervienen y hacen en todo momento un uso absolutamente cívico y respetuoso de la libertad de expresión.
No hay opiniones. Sé el primero en escribir.