EL SECRETO
Se levantó temprano, como todas las mañanas desde que comenzara a trabajar en la panadería. Antes de ir al trabajo, dio un breve paseo a Kala, su perra de ocho años. Estaba cansada. Anoche había salido porque tenía una cita. Llegó de madrugada y solo había podido dormir tres horas, que le parecieron breves minutos. No había comentado con nadie que tenía esa cita, ni tan siquiera con su mejor amiga, Ana. Tampoco pensó en contarle cómo había ido. Lidia solo deseaba volver a contactar, volver a tener una nueva cita. Estaba harta de que su vida se limitara a trabajar todos los días, incluidos festivos. Quería tener tiempo para ella, conocer gente, tener una relación, aunque tenía miedo de esto último, ya que había tenido una mala experiencia años atrás.
Lidia trabajó toda la semana sin recibir ninguna noticia de la persona de su cita. Ni un WhatsApp llegó a su móvil, nada. No entendía la razón, parecía haber ido bien. Decidió ser ella la que iniciará un nuevo acercamiento. Grabó un mensaje de voz y lo envió. No obtuvo respuesta.
Comenzó a pensar que quizás no debería haber sido tan sincera de entrada. Quizás su secreto, al ser revelado, había causado el rechazo. Todo había ido bien durante la cena y el paseo nocturno posterior a la misma. Tras dos copas en un pub, fue cuando tuvo el valor de contarle lo que a nadie más había contado.
Jorge, el panadero, al verla más triste que de costumbre, le preguntó una mañana qué le sucedía, pero Lidia no quiso explicarle lo que sentía y le dijo que simplemente estaba cansada, nada más. Jorge sabía que le pasaba algo, pero no quiso presionarla. Así fueron pasando los días. Lidia incluso llegó a dejar de pensar en ello pasadas dos semanas.
Un mes más tarde, Lidia habló con Jorge. Necesitaba unas vacaciones. Jorge, al principio, le dijo que no podía prescindir de ella, pero luego cedió y puso como dependienta a su hija mayor, que por entonces, estaba estudiando y, al ser verano, no tenía clase. Así fue como Lidia consiguió tres semanas para ella. Decidió entonces irse a Valencia a visitar a su hermano Javier y su amiga Silvia.
Javier hizo una fiesta para integrar a su hermana con sus amigos. Lidia se lo pasó muy bien en esa fiesta y los días siguientes. Silvia la llevó de excursión por varios lugares desconocidos para ella y pudo tomar el sol en la playa, nadar como hacía años que no hacía y disfrutar de salir y conocer gente.
Cuando llevaba una semana y media en Valencia, recibió un mensaje de voz. ¿Ahora?, pensó. Tardó dos días en escucharlo. Se lo estaba pasando bien y no quería que nada se lo estropeara. Una noche, decidió escucharlo. Lo hizo con los auriculares puestos, ya que no deseaba que nadie lo oyera. La voz profunda del emisor no le pidió disculpas en ningún instante. Solo decía que deseaba volverla a ver. Lidia se dio cuenta de que ella ya no deseaba quedar con Mario. No quería estar con alguien que había estado meses sin dar señales de vida. Ya le daban igual las razones por las cuales no le había dicho nada. Decidió entonces, que no iba a hablar de ella hasta que conociera más a las personas. Su vida no había sido fácil, pero deseaba vivir tranquila. Esa tarde quedó con su amiga Silvia y le contó lo sucedido. Le contó su secreto: el niño que tuvo a los quince años y que dio en adopción. El deseo de saber de él. Ahora no lo haría. Su amiga pensó que igual no era justo para él, pero aún así, prometió ayudarla.
Juana María Fernández Llobera
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