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Roma, fontana, altar, sixtina, coliseo - un relato del libro "Gente Noble"

Federico Marotta | 9 feb 2025


GENTE NOBLE

"A mis nobles queridos, los de sangre negra. Roma 2012.

FONTANA DI TREVI

Ella es la mejor poesía sin poder expresar palabra. El mejor cuadro apenas viendo un sólo color. La mejor canción sin distinguir un sol.

Caminaba las calles de la ciudad pensando en la acción de mis amigos desconocidos, heroicos y nobles, honorarios. Ella, en tanto, era el pasaporte a la felicidad. Y seguía cruzando esas calles de adoquín, con figuras de escultura que me miraban desde su perfección, como esos, sus labios, garantía de placer. Pregunté por la fuente y di más vueltas de lo necesario, pero con suerte. Unas calles estrechas, bellas y antiguas, acelerando el corazón, dédalo de ansiedad. ¿Estaría realmente por aquí? Más bien parecía una película con historia de amor donde ella, caminante sinuosa, era la certeza de la gloria. La vi envuelta en vestido blanco, elegante y desafiante, con mezcla de mirada noble, dejándome llevar por su pelo castaño y su piel cálida y expresiva, que era un salvoconducto al paraíso.

Ella es la mejor poesía sin poder expresar palabra. El mejor cuadro apenas viendo un solo color. La mejor canción sin distinguir un sol. Había que detenerse y grabar en la memoria, porque apareció de repente, sin avisar, a la salida de una esquina, al término de una callecita, envuelta en majestuosa magia. La contemplaban todos los ojos enamorados.

Fue toda mía en la multitud. Me importaba su historia y su porqué, me importaba todo de ella. Quería saber de su presencia, su cuerpo, que era el camino seguro al éxtasis. La protegían otros edificios, le cantaba el sonido del agua y las luces del atardecer daban paso a las luces del hombre, amarillentas y plenas en la entrega de vida, más vida, alumbrando al Neptuno y el arte, el agua, las monedas, la fuente, la vida dulce eterna.

No quería dejarla sola y estaba acompañada siempre. Era egoístamente mía, quería llevarla conmigo. Porque me dio fuerzas y me senté a pensar allá en un costado, en su costado, viendo a la multitud de frente, buscando entre todas las voces la calidez de su palabra, el vestido blanco, el pelo lacio, su actitud soñadora, melancólica a veces. Sé que estaba por allí, con seguridad tomándose una foto para aumentar su hermosura.

A mí me protegían mil monedas que brillaban cada una con luz propia desde el fondo de la fuente. Mil historias de acueductos y romances de romanos medievales, de ahora. La multitud bajaba escalones, caminaba de un lado a otro, subía, posaba, reía intensamente olvidando su pertenencia al mundo, en la mejor noche romántica.

Me había olvidado de los amigos soñadores y nobles que guían mi vida.

Tuve que marcharme de la fontana, más no quería. Había caminado hasta llegar a la hermosura y ¿porqué dejarla? Estaba feliz escuchando, mirando, tirando monedas por sobre el hombro izquierdo queriendo creer que aparecería ella de la propia fuente, en mi dulce vida, en mis ojos cerrados, en su dulzura, en su vestido de seda y blanco, en mi película de cualquier estación y te quiero sin saber siquiera si llueve o hace frío o si ya salió el sol de la medianoche. Entonces decidí traerla conmigo siempre, la ubiqué con ternura en un rinconcito visible de mi corazón y logré convencerla para que allí también se quedase, no sólo en Trevi, también en mi eternidad.

Sólo de esa manera decidí continuar mis pasos y volviéndome muchas veces para mirar. Una vuelta de esquina rápida de una callecita típica la hizo desaparecer de mi vista. Pero iba conmigo. Por eso sonreí. Era la certeza de un buen momento, un manantial regando mi corazón, a puro maravilloso arte.

Fui a dormir pensando en mis heroicos amigos que todavía no conozco, pero sé que me protegen y que son guía, alimento y espíritu. Mis nobles queridos. Nobles, con sangre roja. Nobles, con sangre negra. Desprendidos, amantes."

ALTAR DE LA PATRIA

"Soleada mañana la siguiente. Roma levantó un templo en honor a la patria, que se ve desde varios lugares, desde la lejanía impresiona y en la cercanía más, en medio de dos calles o al fondo de una. Ni patria ni altares para mis nobles queridos, ni reyes, como éste unificado. Ni mármoles, ni Carrara ni banderas, cruces ni nada, para mis nobles queridos. 

Pero la belleza atrae, enamora y en las interminables escaleras blancas de mármol se confundía su blancura, su seda y el viento que enseñaba sus piernas de piel al sol, firmes como su pensamiento. En la blancura, apenas roja una vincha cuerda pequeña que retenía su pelo. Estaba mirando con altivez la plaza veneciana enfrente y se dejaba querer a la vista porque la belleza atrae. Daba la bienvenida sin mirar y parecía el ángel del soldado desconocido protegido en tumba rodeada de fuego, soldados, blancura de mármol y ella, con su seda blanca en movimiento. Todo parecía volar como sus esculturas al cielo que homenajean a la ciudad, al sol y a la luna, que desafían la lluvia y el viento, que parecen caminar con la misma determinación que mis nobles amigos que todavía no conozco y no lo haré, seguramente, que me han enseñado tanto.

¿Es que tengo que decidirme? ¿Es que tengo que levantar bandera? El paisaje era blanco y también celeste, por el cielo, las nubes, el cielo, el mármol y ella, de piernas que se cruzan, en la escalera, bajo una bandera unificada. Que no es la mía y también lo es, que se mueve al viento, como su vestido, como el fuego del soldado que nadie conoce, como las nubes, como los carros del cielo del altar, sus caballos y sus ángeles que guían. 

Entré, caminé, subí, subí más y de todo me quedó la imagen blanca, sobre todo blanca, con un poco de celeste. En muchos momentos hay que soportar la lluvia en los ojos, el viento en la contra, como mis amigos los nobles, desafiantes como los ángeles de los carros del cielo del altar de la patria, que no es patria. Tal vez ellos deberían estar allí, arriba, impresionantes. No importarían lluvias ni vientos, truenos, tempestades. Ellos, los nobles, también están acostumbrados. Y otra vez me fui, también me volví a dar la vuelta alguna vez y miré mi corazón y había un espacio para la blancura y el viento de seda. Entonces decidí llevarla conmigo. Para siempre.

JUICIO FINAL - LA SIXTINA

"Y al día siguiente levanté la vista al final del camino. Un hermoso camino de museo, telas y mapas, esculturas, ventanas y pinturas. En el final levanté la vista, bien alto, mirando un techo que era un cielo, un techo que no era, una obra de arte en juicio final, un ángel, un dedo, otro dedo, una divinidad anciana y de blanco. Y me empujaban sin querer y todos querían llevarla consigo. No importa si hay algo más allá, no importa nada. La evasión perfecta.

Ni los nobles y tan sólo me pareció entre la multitud verla pasar de blanco, más casi no importaba. Cómo hacer un lugar para llevarme conmigo este ángel, ángel y miguel, de segundos julio, de inteligencia y de rabia, de fortuna y miedo, de belleza divina. ¿A quién se le ocurre pintar un techo? ¿Dónde está el loco que quería pintar un techo? ¿Dónde está el que le hizo caso? Eternidad y el esfuerzo de alzar la cabeza, la vista, la gente, el asombro, los nobles que no creen en lo pintado y sí creen en la pintura. Era demasiado grande y hermosa para llevarla conmigo y fue justo allí, en ese momento, que me di cuenta de mi grandeza. Porque antes me había adueñado de la madre y el hijo, de ángel, tenía sitio en otro rincón del cuore.

Me cansé de mirarlos, tan joven ella, tanta tragedia, perfección, inteligencia, tanta belleza que ella, la de blanco, se había quedado junto a una columna, disimulando presencia, no tan lejos, no tan cerca, con respeto. Y sí, me los traje conmigo, al hijo y la virgen, al mármol, la pureza, la piedad.

El techo divino también viaja conmigo y lo hará seguramente hasta mi muerte. Habían entrado en mí, en ese lugar donde siempre hay un lugar más. ¿Tanto sitio tenía? Al rato, todavía pensando, seguía caminando por esas calles de adoquín, volvía a tener de guía la plaza de la república. Y aún faltaba algo más por esta tierra de donde también salieron tantos nobles queridos errantes por el mundo, ilustres y valientes, de sueños eternos. Fue un sueño en la noche metido en un sueño del día. Es una ciudad de sueños y eternos, claro. Hasta el día siguiente"

COLISEO

"Parecían ellos, los nobles queridos, encerrados en sí mismos, encerrados en combate, en rejas y libres, ante todo libres y combatientes, herederos de la muerte y la vida. Parecían ellos hechos monumento, hechos gigantes, en pleitesía a la lucha. 

Parecían estar dentro escenificando su vida, que era la lucha, el coraje, la nobleza determinante. Quise entrar para cerciorarme y comprobar que por allí vagaban, cual academia formadora, de mirada buena entre rejas y escapando, desafiando y muriendo, guerreando. Caminé en su círculo interior, imaginando, peleando, desafiando al emperador y al patricio porque mis nobles queridos no sólo estaban en la tribuna, también estaban en los laberintos de miedo del fondo del piso, en los agujeros hechos cárceles, en la plebe implacable, en las horas pálidas de un preso y en la lucha, en la arena, la verdad. Pues sí, eran ellos, allí estaban. Eternos en la arena y en las rejas, en los caminos y en el desafío, en la libertad. Eran gladiadores como aquellos, alimentados de rebeldía, enfrentados a leones hambrientos, sin temor, con amor, con sueños.

Ciertamente mis nobles queridos no tienen un lugar especial, pero están en todos ellos. No tienen un sitio magnífico y grandilocuente ni en el mármol, la piedra, el ladrillo o la fuente. Pero están en todos ellos. Su heredad está en todos los sitios. Inmanentes. Lenitivos. Aún en el andurrial, en la epifanía. Porque son el arte, el amor, la perfección, la inteligencia, el desafío, la rebeldía y la creencia que todos los sueños son posibles.

                                                                    Federico Marotta

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