“Paraíso inhabitado” de Ana María Matute
Para mí, Ana María Matute, ha sido un referente importante. He leído, a lo largo del tiempo, todos sus libros, porque cada uno de ellos tiene una magia especial que te engancha. Considero que tenía una imaginación portentosa, pero sabía encauzarla tan bien, que te hacía sumergirte en esos mundos creados como si realmente existieran, como si pudieras vivirlos.
Este es mi pequeño homenaje a una gran Escritora a la cual he admirado siempre desde que comencé a leer sus obras.
Cuando Ana María publica ‘Paraíso inhabitado’ en 2008, ya tiene 83 años y afronta la última fase de su vida.
¿Por qué he elegido este libro y no otro de ella?
Me fascinó desde la primera página. Comienza la novela diciendo ‘Nací cuando mis padres ya no se querían. Cristina, mi hermana mayor, era por entonces una jovencita displicente, cuya sola mirada me hacía culpable de alguna misteriosa ofensa hacia su persona, que nunca conseguí descifrar. En cuanto a mis hermanos Jerónimo y Fabián, gemelos y llenos de acné, no me hacían el menor caso. De modo que los primeros años de mi vida fueron bastante solitarios’.
Como podéis ver, en esas pocas líneas ya ves lo sola que se sentía la protagonista.
Y entonces, Ana María Matute te sorprende:
‘Uno de mis recuerdos más lejanos se remonta a la noche en que vi correr al Unicornio que vivía enmarcado en la reproducción de un famoso tapiz. Con asombrosa nitidez, le vi echar a correr y desaparecer por un ángulo del marco, para reaparecer enseguida y retomar su lugar, hermoso, blanquísimo y enigmático’.
¡Y ya te ha enganchado! Quieres saber más de ese universo que la protagonista ha creado y que, según van pasando las páginas, más te va sumergiendo.
Al poco tiempo, nos habla de que las personas más cercanas a la protagonista (que se llama Adriana- Adri de forma cariñosa), que son la Tata María y la cocinera Isabel. La razón de que las sienta como más cercanas es porque su madre apenas se ocupa de ella, así que se cría entre tatas, criadas y demás servidumbre de la casa.
Como se desprende de la obra, Adriana es una niña de una familia acomodada, que no encaja en el mundo serio de los adultos que la rodean, al cual se resiste a entrar. Esa es la razón por la cual inventa un paraíso, un mundo imaginario, lleno de personajes como el unicornio que se pasea por la casa a su antojo. Luego conoce a un vecino del cual se hará amiga, Gavrila, que es hijo de una bailarina rusa, que se cría sin sus padres, con la única compañía de su tutor, que
se llama Teo. Sienten la soledad de cara a la familia ambos, así que crean un mundo para ellos dos, en el que caben juegos, lecturas, todo de la mano de una enorme complicidad entre ambos. De hecho, Adri sabe que se sus padres, en realidad, están separados aunque hagan como que no.
La que si se preocupa por ella es su tía Eduarda. Como se deduce del siguiente fragmento de la novela:
‘—Vamos a pasar un día estupendo, Adri. —Fue lo primero que oí decir a Eduarda. Y de pronto todos mis temores se desvanecieron. Aquellos ojos grandes, azules, brillaban como la mejor y más alegre de las complicidades, aunque su boca no iniciase ni el menor atisbo de sonrisa.
No, Eduarda no iba a defraudarme. Y no me defraudó en absoluto. Todo lo contrario, ensanchó y compartió hasta límites insospechados el mundo y el lenguaje que yo había creado para mí.
Cuando me instalé en la Cafetera —<
A Adri le pesa cuando sus padres se separan. Lo podemos comprobar cuando se expresa lo siguiente en la novela:
‘Desde que me llevó papá con él, el día de Navidad, había empezado a quebrarse la rutina de mis días. Aunque no le volví a ver, en cambio, mamá sí se acercaba a mi cama todos los días, y, cuando venía el doctor, hablaban los dos en voz baja. Mamá me acariciaba entonces la frente. Pero papá, que era quien más deseaba ver, no vino. Y no lo volví a ver nunca más. Desde aquella Navidad, en que me había sentido tan unida a él, desapareció de mi vida, por lo menos físicamente. Al parecer—lo supe más tarde— mis padres habían dejado de ser cobardes—según Eduarda—, y papá se había ido de casa. No me convencí totalmente de esta decisión hasta que, mucho después, cuando me acerqué a su despacho-biblioteca, no vi ni un solo libro en las estanterías, y sí percibí, en cambio, ese espacio polvoriento—con polvo invisible—que cubre las habitaciones ocupadas anteriormente por gentes que han muerto, o desaparecido o, simplemente, se han ido a otra parte’.
A lo largo de la novela podemos ir viendo la complicidad que se va creando entre Adri y Gavrila. Después de que ella haya estado enferma, se cuenta en la novela algo que resulta muy significativo de la relación de ellos dos:
‘Entonces, Gavrila se acercó a mi ventana. Puso las dos manos junto a la boca, como una bocina:
—¡Adrriiii!…
La voz que no parecía voz de niño, ni de hombre, la voz que nunca olvidaré, como el viento que yo creía deslizarse por rendijas que no existían, alcanzaba una sonoridad a la vez lejana y próxima, una voz antigua y tan cercana que no sólo se apoderaba de mí sino de cuanto le rodeaba. Ahora, después de tantos años, aún me asombra.
Abrí la ventana, y el frío se apoderó de la habitación, pero no de mí.
Agite la mano en el aire y dije:
—¡Ahora bajo…!
Apenas lo dije me invadieron a medias el asombro y el temor. Todos dormían o sesteaban, y las dos únicas mujeres que podían ayudarme en aquel momento también descansaban. Sin embargo, una decisión irrevocable me llenaba: <
A lo largo de su trayectoria literaria, hay unos núcleos temáticos constantes que son: la necesidad de huir de la vida cotidiana, la infancia, el anhelo de fuga, la falta de comprensión entre las personas, la soledad, las injusticias, la mezcla de amor-odio en las relaciones fraternales y la incomunicación humana.
El niño, en las narraciones de Ana María, siempre es parte activa de la historia. Hay una clara distinción entre el mundo infantil y el de los adultos.
En ‘Paraíso inhabitado’, Adri es la protagonista y la voz narrativa. Encuentra en su amigo Gavrila, un niño que es capaz de ver las huidas y regresos del Unicornio del cuadro, al igual que ella. Comparte con él su pasión por los libros, por un teatro de guiñol. A través de ese Teatro, precisamente, gracias a los muñecos, se revelan secretos íntimos que no se atreverían a decirse en el mundo real, pero que sí surgen en el escenario.
Como podéis ver, esta obra es una joya Literaria escrita por una de las mejores Escritoras, a mi modo de ver, que hemos tenido en este país. A lo largo de su carrera literaria ha obtenido numerosos premios tanto como novelista como autora de obras de literatura juvenil e infantil. Sin duda, la infancia es el núcleo central de toda su narrativa. El mutismo de Adri en la novela ‘Paraíso inhabitado’ y el silencio como refugio para poder conversar con su otro mundo, lo hallamos
en otros personajes de la novela. Con Gavrila, al que llaman Gavi, comparte su pasión por los mundos intangibles para el resto pero distinguibles en sus encuentros. Podemos hallar la dureza en el enfrentamiento entre hermanos, tema que ha sido tratado en varias ocasiones en sus novelas, lo que se denomina caenismo (Caín y Abel). Entre sus personajes también hallamos niños crueles. El abandono de la edad infantil conlleva, además, un cambio físico del cual va dando cuenta en sus novelas. La historia que nos narra en la obra que hoy nos ocupa, nos remite a muchos hechos vividos en nuestra propia infancia y nos hace rememorar experiencias que tuvimos entonces. La relación que Adriana tiene con Gavrila, es la que le hace superar aquellos sentimientos negativos que le han transmitido algunos miembros de su familia. La sensación de plenitud que ella tiene a su lado es la que sana el dolor que tiene en su interior.
Si aún no la habéis leído, os la recomiendo, porque hallaréis en ella emociones tan bien descritas y definidas que se hacen tan palpables, que es como si tú estuvieras allí viviéndolas de primera mano.
Juana María Fernández Llobera
El dibujo que acompaña este artículo es de Juana Ma. Fernández Llobera
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