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Una columna de Miquel Palou-Bosch

Miquel Palou-Bosch | 24 feb 2024


Columna: El espía social

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En la columna "Tal día como hoy...[1907]" Miquel Ferrà i Martorell (ÚLTIMA HORA, 21-2-2024), nos recuerda la definición que hace al escritor Jack London (1876-1916), autodidacta californiano, de lo que es "El vagabundo": "Podemos definirlo diciendo que era un híbrido de andariego y pícaro, degenerado en vago de oficio, perdiendo de tal manera la estimación propia y el dominio de sí mismo (quizás con un drama a cuestas), que jamás sentiría de nuevo el horror [de la falta] de dignidad, pues no se desmerecía en arrebañar el sustento del cubo de la basura..."

Recuerda Ferrà Martorell sus años de niñez, cuando en los días de la severa posguerra española, desde las entrañas de Sa Riera de Palma, emergían ciudadanos haraposos dirigiéndose hacia el cuartel de Infantería de Sa Faixina. Cada uno de ellos llevaba en las manos su más preciado objeto: un bote de "hoja de lata"(Ferrà). Se dirigían casi en fila india para que los soldados les metieran, en aquellos misérrimos enseres, los restos del rancho.

El texto que aporta Ferrà es, en realidad, no de un artículo denominado "El vagabundo", sino una parte del texto The road (El camino), autobiografía que London publicada en 1907. Otra cuestión es su obra El vagabundo de las estrellas, editada en USA en 1915, bajo el título The star rover y en Inglaterra con el título The Jacket. Con este último realizó película el director John Maybury, con guión de Massy Tadjedin, en 2004. 

En 1893 los EE.UU. estaban en una crítica situación socioeconómica.  A esta época se la denominó "El Pánico de 1893". La depresión duró hasta 1897. Durante aquella década se creó el Ejército Industrial de Kelly (Kelly's industrial army)Charles T. Kelly había sido el autor intelectual de aquel movimiento. La asociación pretendía forzar al gobierno federal para que modificara su política económica y tendiera la mano a la pobreza y a los desempleados. Había proyecto de dirigirse hasta la misma capital de Washington para instar al gobierno y a los representantes. También desde Ohio, Jacob S. Coxey, creó otro ejército de trabajadores para protestar ante la situación de precariedad. Al final, cuando fracasó el ejército de Kelly, muchos de sus miembros se unieron a Coxey. Jack London participó en estos grupos de protesta, al menos en el de Kelly; y fue desde ahí cuando decidió hacer carrera como vagabundo. Seguramente se dio cuenta del poder omnímodo del Estado USA. Y no creyó más en la lucha por vivir engañado y manipulado por estructuras tramposas, interesadas y hasta poco humanas. En 1894, precisamente,  London fue sentenciado a treinta días de cárcel. Su transgresión: vagabundear por la urbe. La pobreza estaba prohibida en EE.UU.  En este país quienes eran pobres era porque no eran capaces de aprovecharse de las libertades y bondades del sistema, de la muy estimada constitución de los Estados Unidos de América. De aquella experiencia, escribiría luego London: "La manipulación del hombre fue simplemente uno de los menores horrores no aptos de mención, para evitar ofensas morales, de la penitenciaría de Erie County. Digo que no es 'apto de mención'; y en justicia debo decir también 'inconcebible'. Eran inconcebibles para mí hasta que las vi, y no era un jovencito con respecto a la vida y los tremendos abismos de la degradación humana. Se requeriría de una caída en picado considerable para alcanzar lo más bajo de la penitenciaría de Erie County, y lo hago, pero rozo suave y chistosamente lo superficial de las cosas tal como las vi allí".

En definitiva, quién puede juzgar a los pobres, a los vagabundos o a los indigentes. Mucha gente, o al menos este humilde autor lo ha experimentado así, considera, igual que el Estado Norteamericano, que la pobreza es elegida por el mendigo; que el necesitado no existe; que la sociedad actual es suficiente para que todo el mundo encuentre trabajo; que las cifras oficiales de desempleados se producen por un defecto del Estado benefactor, puesto que todos aquéllos no están desamparados al recibir subsidios o prestaciones. En realidad, entiendo que es una forma de desligarse del problema; asumirlo, significaría admitir también los defectos sociales, las disfunciones del entramado sociopolítico, socioeconómico y hasta sociopsicológico. Y eso resulta demasiado agobiante para quienes se encuentran cómodos en sus estratos sociales. Pero me pregunto por qué todos debemos estar preparados para un sistema social de exigencia máxima: las pequeñas comunidades primitivas no tenían suicidios ni deseos masturbatorios desenfrenados o necesidades sexuales constantes; no necesitaban de excesivas construcciones para su hábitat, ni montones de utensilios para la cocina, ni vehículos para trasladarse; en definitiva su vida era más simple, sabiendo afrontar las inclemencias cuando se producían. Los seres civilizados, por otra parte, deben asumir una vida de trabajo constante en cadena, donde el tiempo y el espacio son manipulados, donde la mente no se siente satisfecha, compensada, por el esfuerzo realizado; todos ellos, como marionetas, son dominados por quienes están en las franjas de poder y autoridad, por el dominio y la tiranía. 

El proceso de socialización de una comunidad tribal solía estar sobre los seis años en las niñas y nueve en los niños. En la actualidad, oficialmente se puede trabajar ya a los 16 años; pero hasta los veinticinco no podrá demostrar una experiencia y conocimientos para obtener una retribución adecuada. No obstante, si se desea retribuciones más o menos dignas hay que acceder a estudios superiores. La media para terminar dichos estudios  suele ser entre los 25 y 30 años. Sabiendo que la jubilación está entre 65 y 70 años, dependiendo de las profesiones, el individuo se está preparando durante treinta años para trabajar otros treinta, quedando una franja entre 15 a 20 años para descansar en su retiro. 

En definitiva, se convierte en un vida material en la que poco se puede disfrutar de la sensibilidad de la naturaleza, de la flora, de la fauna, de los espacios y formas, de los colores y de las brisas, de las personas coetáneas, del arte, del calor y del afecto humanos, de sentirse, en fin, realmente vivos. El cansancio mental suele ser tan elevado que no todos pueden disfrutar de una jubilación digna, pues sus cuerpos se sienten cansados y sus espíritus demasiado profundos en su interior para llevarlos a flote. A los 50 o 55 años las personas suelen ya, en general, notar cierto agotamiento, tanto en trabajos intelectuales como manuales. La ingeniería ha convertido al individuo en un esclavo de la máquina, de manera que el aprendizaje, elemento saludable y necesario para la psique humana, se desaprovecha y corrompe. 

Por todo esto, me pregunto por qué hay que suponer que los individuos tienen las mismas capacidades y están disponibles a las exigencias de la sociedad contemporánea, Y, en consecuencia, me resulta difícil designar como vago a alguien que no quiere trabajar y prefiere mendigar. En 2023 se produjeron en España 597.686 bajas por trastornos mentales (3,35% sobre las afiliaciones activas).

Miquel Palou-Bosch

Foto editada por Shutterstpcvk (consulta: 230224)

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