LA CASA DE CAMPO ABANDONADA

                                        LA CASA DE CAMPO ABANDONADA

La casa de campo estaba abandonada. Para poder entrar en ella había que quitar la maleza que, a lo largo del tiempo, se había agolpado tejiendo un denso manto que, hacía que el pasillo anterior fuera impenetrable. Antonia sentía haber dejado desatendida tanto tiempo la finca, pero las obligaciones diarias le habían impedido poder hacerlo. Cogió un machete y enérgicamente fue quitando los hierbajos para abrirse camino. Pensó que cuando los hubiera retirado podría después, poco a poco, acondicionar el interior de la vivienda.

Toda una mañana le llevó poder llegar hasta el umbral de entrada. Abrió la puerta con dificultad y al adentrarse, experimentó una sensación de vacío que se manifestó en un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. La visión del espacio lleno de un tupido polvo blanco sobre los muebles oscuros, junto a la atmósfera helada que se adentraba hasta los huesos, creaban el conjunto que hacía tener esa emoción. Subió las escaleras para poder observar el estado de las habitaciones del piso superior y, visualizó una rata enorme en uno de los dormitorios, aquél que en un momento lejano fuera el de sus padres.

Gritó para luego llorar al sentirse impotente. Bajó corriendo las escaleras y salió al exterior, miró al cielo y pensó que necesitaba ayuda, así que cerrando la casa de nuevo, se dirigió hacia el rojo coche para retornar a la ciudad. Pensó que ya conseguiría, durante la semana, las ayudas necesarias para poder poner en condiciones otra vez el cultivo y el hospedaje.

                                                                           Juana Ma. Fernández Llobera