LA DESAPARICIÓN DE CLAUDIA
HIPATIA Asociación Intercultural

LA DESAPARICIÓN DE CLAUDIA

Relato breve de Juana María Fernández Llobera

Juana Ma. Fdez. Llobera | 22 jul 2022

LA DESAPARICIÓN DE CLAUDIA

Una tarde de verano me enteré de la desaparición de mi amiga Claudia. Teníamos entonces, ambas, treinta años. Carlos, su novio, fue quien me avisó de lo ocurrido. Él era el último en haberla visto, ya que vivían juntos desde hacía cinco años. Quedamos en un bar cercano a mi casa, tenía necesidad de hablar. Se le veía visiblemente afectado, con barba de varios días y ojeras oscuras. Yo apenas hablé mientras nos tomábamos un café. Me limité a escuchar lo que deseaba explicarme. Fue cuando supe que Claudia llevaba, según él, varias semanas extraña, poco habladora, algo poco común en ella, ya que solía no parar de conversar. Yo le pregunté si habían discutido y Carlos me lo negó rotundamente. Luego, tras una hora y media, se marchó. Yo me fui a dar una vuelta por lugares que frecuentábamos, preguntando por si la habían visto, pero nadie me dijo nada sobre ella.

Pasaron tres semanas y ninguna noticia de Claudia, ni pistas a seguir para averiguar lo sucedido. Fernando, el inspector encargado del caso, preguntó aparte de a nosotros, a  todos los amigos de Claudia y a su hermana menor, pero nada. Los padres de Claudia habían fallecido cuando ella era una niña y fue criada por una hermana de su madre, que cuando Claudia tenía veinte años, se casó con un músico francés y se fue con él a vivir a Francia. Claudia y Ana, su hermana, siguieron viviendo en el piso de su tía, ya que no quisieron trasladarse a París. Todos estábamos muy preocupados porque ya habían pasado muchos días y ningún señal que condujera a esclarecer la razón de la desaparición.

Pasaron dos meses cuando apareció la primera pista. El día de su desaparición fue vista en un bar cercano al mar, acompañada de un chico pelirrojo que llevaba un casco de moto azul. Unos conocidos de Claudia la vieron montar con él en la moto. Lo primero que hizo el inspector, fue a conseguir encontrar al chico. Tardó dos días en dar con él. Lo encontró en el taller de coches donde trabajaba. Juanjo, el chico pelirrojo, le confirmó que efectivamente había estado con ella. Le explicó que estaba muy nerviosa, que nunca la había visto así. Después de dos horas, la acompañó hasta cerca de su casa. Dijo que no la había llevado hasta la puerta porque su novio es muy celoso. El inspector no lo creyó del todo, pero tampoco se fiaba de Carlos. Puso a agentes para que siguieran a ambos. Juanjo pasaba muchas noches en casa de una chica llamada Carmen, pero no encontraron nada sospechoso. Carlos, a su vez,  pasaba mucho tiempo en casa una amiga común, Sonia. Yo hablé con ella en cuanto lo supe. Por la forma en que habló, supe que estaba liada con Carlos. Quizás ese fue el detonante para que Claudia se marchara. El inspector también lo pensaba. 

Un año después, Claudia seguía sin aparecer. Carlos se fue a vivir con Sonia. Aunque sabíamos que estaba liado con ella, pensamos que tardaría más, dadas las circunstancias. Fue poco después cuando encontraron el bolso de Claudia en una pequeña cueva cercana al mar. Todos temimos lo peor. Pensábamos que la hablarían muerta. Todo parecía presagiar que la habían matado. Pero de pronto, hubo noticias sobre ella. Todo este tiempo había estado en un hospital. Había llegado en coma, con el rostro desfigurado de la paliza que le habían dado. Cuando se despertó, no recordaba nada. Pero el hospital dio parte a la policía, que mediante las huellas supo quién era. Nunca supimos quién había sido, lo único que supimos, es que Claudia nunca se recuperó de todo lo ocurrido. Ha tenido que vivir en una silla de ruedas desde entonces. Se trasladó a París con su tía y su marido. Desde entonces, solo la volví a ver una vez que visité esa ciudad. 

                                 Juana María Fernández Llobera 

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