LAS DOS ORILLAS
En días claros puede verse la otra orilla, pero hoy, con viento de levante, una capa brumosa oculta el horizonte. Los bañistas han huido y la playa está desierta. Sólo ella avanza a trompicones. Lleva los pies descalzos, un vestido blanco aleteando a sus espaldas y el cabello sujeto con una cinta. A pocos metros del agua se desnuda. El viento suelta la cinta del pelo, que se eleva dibujando círculos en el aire. Dicen que ese viento enloquece a las personas, sin embargo, para ella, la decisión tomada es el mayor acto de cordura llevado a cabo en los últimos tiempos. No ve dramatismo en ello, y si una cierta belleza póstuma, un homenaje particular al romanticismo encerrado en el hecho de quitarse la vida, cual Alfonsina, adentrándose en el mar.
La poca visibilidad facilita, que unas horas antes, desde la otra orilla, un grupo de hombres intente cruzar al continente europeo en una frágil embarcación. Hamed no sabe nadar, se agarra con fuerza a los laterales del bote. La nube de arena enceguece la visión, tiene la sensación de balancearse peligrosamente al borde del abismo. Está empapado y tiene frío.
Ella ha desgastado toda ilusión, los jirones de sus sueños la acompañan cual fantasmas, bailando a su alrededor. En un tiempo fue hermosa y fuerte, pudo tenerlo todo, o casi todo, pero ahora está sola y no tiene ganas de luchar.
Él carga no sólo con sus sueños sino con los de toda su comunidad.
Una gran ola la arrastra mar adentro cuando el agua le llega a la cintura. La misma ola da vuelta la embarcación a pocos metros de la orilla. Los compañeros de embarcación,que sí saben nadar, se lanzan braceando hacia la playa.
Hamed se hunde, traga agua, los pulmones están a punto de reventar. Abre los ojos y la ve bajo el agua, cayendo con los brazos elevados y el cabello rubio flotando. Cree estar en presencia de una ninfa.
La corriente vuelve a sacarlos a la superficie. Tiempo de tomar una bocanada de aire antes de volver a hundirse. Están rodeados de algas que dificultan los movimientos, se enredan en sus piernas y tiran hacia abajo.
Horas más tarde, el viento ha disminuido, los dos cuerpos aparecen en la playa enlazados por las algas. La cabeza del hombre apoyada sobre el vientre de la mujer. El brazo de ella sobre la espalda de él. El muy oscuro, ella muy blanca.
Cuando unos bañistas se acercan a socorrerlos, temiendo que sea tarde para ayudarlos,comprueban que uno de los dos está vivo.
Diana García Corona
Sección literaria dirigida por Juana Ma. Fernández Llobera
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