LOS FANTASMAS DE ADELAIDA
Imagen: Anónimo (https://www.google.com)
Texto: M. Palou-Bosch
Dentro de nuestro ciclo sobre el estudio de las mujeres literatas o escritoras, nos encontramos con la española Adelaida García Morales, nacida en Badajoz en 1945. Su madre, escritora a escondidas, enseñó a Adelaida hasta que ésta tuvo 10 años, de manera que hasta esta edad nunca fue al colegio. El padre, ingeniero técnico de minas, parece que poco estaba en casa, y cuando lo estaba parecía ausente. Otras fuentes, no obstante, indican que hasta los 13 años no iría a la escuela. Precisamente a esta edad la familia, constituida además por cuatro hermanos más (ella era la segunda de los cinco), se dirigen a Sevilla. Allí entrará Adelaida en el colegio de las Teresianas (1958), más tarde pasará al Instituto Murillo y posteriormente a la Facultad de Filosofía y Letras, donde realizaría los dos primeros cursos. Acabaría los estudios superiores en Madrid, donde se licenció en 1970. Dos años después entra en la Escuela Oficial de Cine y se especializa en guiones. Allí conocerá Víctor Erice, cineasta que dirigió la película EL SUR (1983), basada en el relato de Adelaida publicado dos años después, junto con otro relato: BENE. Anagrama editará la obra EL SUR (SEGUIDO DE) BENE en 1985. Durante cinco años decidió instalarse en Capileira, en plena comarca de la Alpujarra de Granada. En la entrevista que le realizó CANAL SUR TV el 14/02/1996, la autora manifestaba haber vivido los mejores años de su vida en esta localidad. En Capileira escribió EL SUR (1981). La paz y belleza del lugar, según señala Adelaida en la entrevista televisiva, tranquilizó su alma y le dio fuerzas para recordar sus pasados. En aquel mismo año de 1981 Adelaida escribe también NASMIYA (Plaza y Janés, 1996, Barcelona). En esta novela se manifiesta como musulmana y admite un amor polígamo.
Su narrativa parece presentarse entre cierta expresión romántica y el denominado “bildungsroman” (1), sin olvidar el estilo gótico (2). E.J.Díaz (3) opina que existe un “vacío […] referencial” del personaje: desconocimiento de las reglas y límites para afrontar las acciones y reacciones ante las experiencias. La obra EL SUR es considerada, pues, como un relato de “aprendizaje” (bildungsroman), según Díaz, en la que los personajes van aprendiendo, se van formando como personas a través del reconocimiento de sus vivencias. Si consideramos, en este sentido, la teoría del ECRO (esquema conceptual referencial operativo) de Enrique Pichón-Riviere (4), observamos que a nuestra autora le preocupa la falta de elementos de que disponen sus personajes para atender las eventualidades de sus vidas. Así, cada personaje va en busca de conceptos que le sirvan como modelo de conducta; y no sólo teóricos, sino que puedan aplicarse a sus acciones, a su vida práctica: se trata de la búsqueda de referenciales que se entremezclen con la práctica, de manera que la praxis sea el conjunto sistémico entre teoría y práctica: estructuras mentales formadas por conocimientos y actitudes que puedan entender y controlar los sentimientos, a la vez que puedan establecer intuitivamente las respuestas adecuadas en aras a evitar sufrimientos innecesarios. Quizás, de todas formas, sea algo que no sólo se manifieste en los personajes de EL SUR y BENE, sino que sea un problema del que sufran la mayoría de las criaturas humanas, situadas en complejas comunidades: exceso de población con excesos de problemas y defectos en sus estructuras organizativas, falta de referencias morales, carencia de una cierta gnoseología, bien sea filosófica, teológica o mística.
Ante esta tesitura, los artistas en general, los pintores, músicos, literatos y poetas suelen optar por dos posiciones genéricas: la primera, acurrucar sus desgracias en la poesía o prosa románticas, en los colores o formas que asumen con quietud y serenidad las vivencias, en melodías donde el compás y la cadencia se asoman como apaciguadoras del alma; la segunda, establecer como elemento generador la ira, el enfado, cromáticas violentas, formas enrevesadas, músicas que se transforman en estridencias, letras y palabras que en absoluto buscan la belleza, poemas que no tranquilizan a sus autores ni aplacan las angustias de los lectores. Evidentemente, en todo esto, si recordamos los “Ecros” antes definidos, existen referencias que vienen de nuestra niñez y nuestra adolescencia, traumas y experiencias que determinan nuestras acciones, nuestra comprensión o tribulación sobre el escenario teatral de la vida.
En Adriana, el personaje de EL SUR, sus padres son los padres de Adelaida, según nos advierte el profesor Díaz (REVISTA DE LITERATURA, 2008). El inconsciente de Adelaida será la consciencia de Adriana. La autora es el personaje. Sólo que existen de técnicas que la literata utiliza para narrar sus sentimientos: la ficción (novela o relato) y la autobiográfica (o memorias); o realidades transformadas en ficción, pero cuya emoción fuente permanece intacta. Las caídas deíficas de los padres (paterna y materna) están también presentes en la obra. En función de la relación que la filia haya tenido con sus ascendientes, la destrucción del padre-dios o la madre-diosa será más o menos violenta, más o menos traumática. La lucha entre el amor y el odio, según se haya presentado la experiencia infantil y juvenil, será una batalla (o guerra) cruel, asumible o pacífica, valga el oxímoron, si se me permite. El grado de autoestima, la consideración de uno hacia sí mismo, será un elemento esencial en la toma de decisiones del individuo.
Adelaida escribe lo que siente y quiere, con intentos estilísticos que los críticos pretenden forzar provocando coincidencias con algunas técnicas existentes, pero que quizás la artista utiliza sin demasiada planificación en sus obras (5). El foco siempre resulta ser el interior del personaje, saber cómo es uno, por qué no se pueden asumir o atender los infortunios, las desdichas, las novedades fuera de la rutina controlada. Puede ser, en definitiva, que la mayoría llevemos dentro nuestra propia depresión, y, en la medida en que el grado de ésta atente contra nuestra estabilidad, necesitemos algo para compensarlo; en el caso de Adelaida (6) buscaba constantemente su interior. Pero tal vez no sólo hay que buscar en nuestra intimidad, sino que hay que conocer de otras intimidades, conocer de otras historias aparte de la nuestra, bien físicamente o a través de lo que se ha dejado escrito. Tal vez sea el método hermenéutico el adecuado. Y para quienes no pueden acceder a este procedimiento, cierta actitud religiosa (no institucionalizada), un planteamiento sano de la misma (la espiritualidad, la trascendencia), una visión de elementos como la solidaridad, la igualdad, la moderación, el silencio, el perdón, la tolerancia, la intelección y elementos similares puedan darnos posibilidades para aceptar nuestras adversidades.
Quizá, como dijo Charles Bukowski, debe requerirse “de mucha desesperación, insatisfacción y desilusión para escribir unos pocos buenos poemas”. Adelaida tuvo sus pesares, y su forma de vivirlos; entenderos y perdonarlos intentó a través de sus letras.
(1) Técnica en la que los personajes intentan aprender de sus experiencias y van modificando sus conductas a través de los éxitos y fracasos vividos. Denominada también novela de mayoría de edad o novela de aprendizaje.
(2) Alusiones a lo sobrenatural: espectros, sensaciones irreconocibles, misteriosas…
(3) REVISTA DE LITERATURA, nº 139, 2008, Madrid, pp. 233-237, “Imágenes en EL SUR y BENE de Adelaida García Morales”.
(4) I Congreso Argentino de Psicoanálisis, Buenos Aires, 1956 (Ezequiel Ander-Egg, El Ateneo, México, 1984, “ECRO, Esquema Conceptual Referencial Operativo”, DICCIONARIO DEL TRABAJO SOCIAL)
(5) EL SUR (SEGUIDO DE) BENE, 1985; 1985, EL SILENCIO DE LAS SIRENAS (III Premio Herralde); LA LOGICA DEL VAMPISO, 1990; LAS MUJERES DE HECTOR, 1994; LA TÍA ÁGUEDA, 1995; 1996, NASMIYA; MUJERES SOLAS, 1996 (cuentos); EL ACCIDENTE, 1997 (cuento); LA CARTA, 1998 (cuento); EL LEGADO DE AMPARO, 1999 (cuento); EL SECRETO DE ELISA, 1999; UNA HISORIA PERVERSA, 2001; EL TESTEAMENTO DE REGINA, 2001; LA MIRADA, 2008 (cuento).
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