Muf, el gato viajero
Muf es un gato viajero, que va de barrio en barrio, de ciudad en ciudad, buscando aventuras nuevas. Un día llegó a una pequeña ciudad que tiene una bonita playa. Cerca de la playa vive Nico junto a sus padres y su hermana. Tienen una casa con jardín, donde hay un columpio que le gusta mucho a Nico y a su hermana Dana. Muf vio a los hermanos jugando y decidió entrar en el jardín para ver si le daban de comer. Nico fue el primero en verlo.
—Ven mínino, ven.
Muf se acerca al chico ronroneando y se enreda en sus piernas.
—¡Miau!¡Miau!
—¿Qué te pasa pequeño?
—¡Miau!¡Miau!
—¿Tienes hambre?
—Seguro que tiene hambre, está muy flaco—dice Dana.
Los dos hermanos entran en la casa y salen con una lata de sardinas. El gato al olerla se pone contento. También le ponen un cuenco con agua. El gato se pasa la lengua por los labios al acabar.
—¿Cómo se debe llamar? Podríamos ponerle nombre-le dice Nico a su hermana.
—Me llamo Muf.
—¿Puedes hablar? —pregunta Nico.
—Así es.
—Los gatos no hablan—dice Dana.
—Pues yo sí que hablo.
—¿Vives en este barrio? —pregunta Nico.
—Llegué ayer a esta ciudad. Me gusta viajar.
Comienza a preguntarle cosas Dana.
—¿Viajas solo?
—Sí, siempre viajo solo, pero encuentro muchos amigos en cada lugar. Me gusta conocer gente nueva. Hay muchos gatos en la calle y siempre me dejan un espacio para dormir donde duermen ellos.
—Puedes dormir en el porche si quieres, o en el garaje.
—Gracias, pero me espera un amigo al que hace tiempo que no veo. Sé que está aquí por su hermana.
—¿Vendrás otro día?
—¡Claro!
Así es como Muf conoció a los hermanos y después se fue a ver a su amigo Lalo, que vive en una casa abandonada.
—¡Miau!¡Requetemiau! Pero si es mi amigo Muf. ¿Qué haces por aquí?
—Tu hermana Kim me dijo que te habías mudado aquí y he preguntado a otros gatos para encontrarte. Tenía ganas de verte y me han dicho que es muy bonita esta ciudad.
—Se vive bien aquí. Es muy bonita la ciudad. Te la enseñaré. Conozco buenos sitios.
—¡Estupendo Lalo!
Durmieron en una de las mejores habitaciones de la casa abandonada, después de buscar algo de cenar en los contenedores de la zona que estaban abiertos.
Después de estar visitando la ciudad con Lalo durante tres días, Muf decidió ir a ver a Dana y Nico. Cuando llegó al jardín de casa de los hermanos, ellos estaban comiendo chocolate con galletas en la cocina. Dana fue quien vio a Muf a través de la ventana y le dijo a su hermano que salieran al jardín.
—¡Hola Muf! —dijeron los dos hermanos al mismo tiempo.
—Aquí estoy de nuevo como os dije.
—¿Has encontrado a tu amigo? —pregunta Nico.
—Sí, he estado con él estos días. Hemos visitado la ciudad.
—¡Qué bien! —expresa Dana.
—¿Por qué no nos cuentas una de tus aventuras? —pregunta Nico.
—Está bien. Os voy a contar mi primera aventura.
“Mi madre tuvo cinco gatitos cuando yo nací. Dos gatos y tres gatas. Nos lo pasábamos muy bien juntos, ya que vivíamos en un bosque y había una mujer muy amable que nos daba siempre de comer. Cuando cumplimos un año, una de mis hermanas se fue y yo decidí también viajar, así que me fui a una gran ciudad, porque había oído muchas cosas sobre ella de otros gatos. Me colé en un camión y llegué en pocas horas. Una vez allí busqué a mi tío Llam, que es hermano de mi madre, pero no pude encontrarlo. Conocí entonces a unos gatos un poco mayores que yo que iban a un parque donde había niños. Mis nuevos amigos comían trozos de bocadillos que los niños les daban. Yo fui con ellos. Un niño rubio, llamado Pol, se fijó en mí y le preguntó a su madre si podía llevarme a su casa. La mamá de Pol le dijo que sí. Por probar otra vida, me dejé coger. Así fue como me fui a vivir con Pol, su hermana mayor, Lidia, y su madre, Concha. Todos eran muy amables conmigo. Pol me dejaba dormir en su cama, que era muy cómoda. Lidia siempre me daba cosas de comer por debajo de la mesa y Concha me preparaba pescado muy rico. La verdad es que no me podía quejar, pero al cabo de dos meses de esa vida, comencé a aburrirme. Decidí entonces escaparme unas horas y así lo hice. La primera vez que salí por una ventana fue de noche. Estábamos en verano y dormían con la ventana abierta, así que me colé y me fui a la calle. A cinco calles de donde vivía vi un bar, donde había un grupo tocando música y como me gusta mucho la música, me metí en el bar sin que me vieran. Como estaba oscura la parte de las mesas, no me vieron y por debajo de las mesas pude bailar. Estuve dos horas allí y luego volví a la casa. No se dieron cuenta de mi escapada, ya que cuando entré en la casa fui a dormir a la cama de Nico. Cuando mi amigo rubio se despertó yo estaba allí, como si no me hubiera movido en toda la noche. Dos días después volví a salir. También de noche. Esta vez me encontré con unos gatos que jugaban con una pelota y me puse a jugar con ellos. Después quisieron ir a una fiesta de cumpleaños de uno de los gatos que era amigo de todos ellos. Me dijeron que también fuera, así que los acompañé. Me lo pasé muy bien en esa fiesta. Bailé durante muchas horas. Había cosas muy ricas para comer. Jugamos a ver quién daba el salto más alto y quién se subía a lo más alto de un árbol que allí había. Luego volví de nuevo a casa con Pol y su familia. Cada vez pasaba más horas fuera por las noches, hasta que me di cuenta de que, aunque quería mucho a Pol y su familia, yo no quería ese tipo de vida. Un día decidí irme, pero a cada uno les dejé un regalo en la almohada junto a un corazón hecho de pétalos de flor. Volví a verlos tres años después y se alegraron de verme, pero entendieron que yo quisiera ser libre y vivir mis aventuras.
Juana Ma. Fernández Llobera
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