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Una columna de opinión de Miquel Palou-Bosch

Miquel Palou-Bosch | 3 oct 2022

Quesada, empresa palmesana experta en tapicerías y decoración, forma parte ya del baúl de la historia, después de 132 años de existencia. 

No hay duda de que la artesanía, el trabajo de autor, la tarea bien hecha, correctamente diseñada, fielmente elaborada no puede mantenerse en la actual sociedad neo industrial.

La verdadera pericia individual, constituída por el arte y la ciencia conjugadas, con la convergencia de la técnica y el sentimiento, parece no existir en nuestro mundo tecnificado, tecnológico, impersonal. Ya no es posible que el creador del producto esté presente, de principio a fin, en toda su elaboración. Antes, el artesano siempre conocía todo el proceso de elaboración. El operario actual sólo conoce una pequeña parte del producto (sea de un bien o de un servicio, se trate de algo material o inmaterial).

De ahí que "Tiempos Modernos", del conocido Charles Chaplin, fuese un claro ejemplo de la robotización humana y de la degradación del trabajo.

Ya el gran cineasta hizo, con su enorme sensibilidad, una llamada a la perversión de la industrialización. El autor se convirtió en auténtico profeta social; porque, el robot que imaginó, está ya hoy en nuestras vidas: el individuo humano se ha convertido en un autómata, su existencia se remueve de forma insalubre dentro de la alienación social.

 

La delicadeza del ser humano, su imaginación, su inquietud, su experiencia poco importan, en la factoría robotizada. Lo importante es fabricar mucho, en grandes cantidades, en el menor tiempo posible. Esa es la consigna actual. Consigna que quiere llevarse al extremo. 

 

Quesada ya forma parte, pues, de la historia del arte decorativo. Quesada ya no podrá escribir nada más, su catálogo se ha interrumpido, se ha cerrado: aquellos muebles de estilo, adaptados a los entornos, aquellos sofás y butacas anatómicos y confortables, aquellos colores elegantemente combinados, aquellas telas y maderas trabajadas con cariño, acariciadas por sus creadores; aquellas mediciones precisas, aquel gusto exquisito en la combinación de todos los elementos para conseguir la estancia perfecta, el hábitat cuasi celestial, espacios para estar, para conversar, para descansar, para soñar, incluso para trabajar; todo ello, pacientemente, sosegadamente. 

Se acabaron los ebanistas, los tapiceros, las costureras, los decoradores, los artistas de la casa, los barnizadores y lacadores; se acabaron aquellos ilusionistas pacíficos de las moradas humanas. Y se acabaron aquellos trabajadores-artistas. Se acabó con aquel trabajo bien hecho. 

Se acabó con la satisfacción de observar, la labor realizada, como si se tratara de una verdadera obra maestra. Se acabó de estar satisfecho de la propia tarea. 

Gracias.   

 

El Espía Social

Hipatia C.I.

MPB

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