“RETAHÍLAS"
HIPATIA Asociación Intercultural

“RETAHÍLAS"

Historia de un diálogo nocturno profundo

Juana Ma. Fdez. Llobera | 29 nov 2024


“RETAHÍLAS"

Historia de un diálogo nocturno profundo.

 

Desde que leí “Entre visillos” de Carmen Martín Gaite, cuando yo era adolescente, siempre seguí su trayectoria literaria. Me impactó la forma en la que narra cómo transcurre la vida en una ciudad en la década de los cincuenta del siglo XX, a través de un grupo de jóvenes y las relaciones que se establecen entre ellos. Iba a hablar de esta novela en el artículo, pero tras ver una entrevista que se le hizo a la escritora, me he inclinado por hablar de otra novela, que ella consideraba que era su mejor obra: “Retahílas”. De todas formas, a mí también me gustó su novela “Nubosidad variable”, aunque no fuera premiada, que fue publicada en 1992, que habla de dos amigas, que lo han sido desde la infancia, cuya amistad se rompe a consecuencia de enamorarse de un mismo joven. Después, años más tarde, Sofía y Mariana vuelven a encontrarse en una exposición de pintura. Como Mariana tiene que emprender un viaje largo, deciden ponerse al día escribiéndose cartas. 

Antes de adentrarme en la novela escogida, hay que recordar que, esta novelista, obtuvo el Premio Café Gijón en 1955, cuya obra premiada incluía la novela corta “El balneario”. De la mano de su primera novela (larga), “Entre visillos”, llega el Premio Nadal en 1957. Fue finalista del Premio Biblioteca breve en 1962, por su obra “Ritmo lento”. En 1978 fue la primera mujer en recibir el Premio Nacional de Literatura por su obra “El cuarto de atrás”, galardón que volvió a recibir por el conjunto de su obra en 1994. En 1988 había ya recibido el Premio Príncipe de Asturias. Se trata de una mujer con una trayectoria literaria importante, razón por la cual he querido hablar sobre ella y su obra.

“Retahílas” es una novela que se publica en 1974. Hay que tener en cuenta que, en los años sesenta, dejó de lado la escritura de novelas, atraída por su pasión por la historia. Estaría una década sin publicar ninguna obra de ficción. Durante esos diez años, sí que estuvo investigando y nacieron de esa labor obras como “El proceso de Macanaz historia de un empapelamiento” que data de 1970. Es precisamente esa obra, en particular, la que la autora nombra en una de las entrevistas, para indicar que fue la que hizo que luego escribiera mejores novelas. De hecho, ese bagaje le sirvió mucho para escribir “Retahílas”.

¿Pero de qué trata la novela “Retahílas”?

Se trata de un diálogo difícil entre dos personas de distinta edad que se han visto obligadas a pasar juntas una noche a causa de la agonía de la bisabuela de Germán. La anciana ha querido viajar al pazo familiar para morir allí, acompañada de su nieta Eulalia. Después, por sorpresa llega Germán, el sobrino de Eulalia. 

¿Dónde se produce ese diálogo y entre qué personajes?

En el pazo familiar de Louredo, Tía (Eulalia) y su sobrino (Germán) dialogan. 

¿En qué época del año se produce ese encuentro y de qué hablan?

La conversación se produce en una noche del mes de agosto y se cuentan sus vidas, sus experiencias. Se produce un intenso diálogo que dará lugar, como veréis en la novela, a seis monólogos, en los que cada uno de ellos hablará de su vida. 

La novela se sitúa en una aldea gallega cuyo nombre no aparece en la obra, pero que sabemos que es San Lorenzo de Prior, porque la autora lo desvela, que está a pocos kilómetros de Orense. Es un pueblo que la autora conoce bien, ya que es el pueblo de su madre, donde pasaba los veranos hasta que cumplió los veinticinco, que fue cuando se vendió la casa donde veraneaban.

La autora consciente de que hay que hacer un cambio en la forma de narrar, ya que el movimiento realista está agonizando, presenta una historia fácil de entender, que puede ser de gran interés para los lectores. Es una renovación adaptada a los tiempos que se estaban viviendo en ese instante, tratando temas que a la gente les importaban, como son el paso del tiempo, el amor, la soledad,  la muerte, las relaciones personales, la familia. Es una novela que defiende el diálogo como medio para descubrirse a uno mismo. 

En el preludio, la historia comienza cuando “…tres chiquillos, subidos a un montículo rocoso que se yergue en las afueras, acaban de ver marcharse la última ramita incandescente del sol de agosto cuando avistaron, aún lejos, por el abrupto camino que nace a dos leguas y media en la cabeza de partido más cercana, un automóvil negro que les pareció del servicio público y dejaron sus juegos para verlo llegar”. Pues bien, en ese taxi, llega uno de los protagonistas de la novela, Germán. De hecho, el taxista pregunta a uno de los chiquillos dónde se ubica el pazo de Louredo.

Después del preludio, nos encontramos con un capítulo cuya denominación es “E. Uno”. ¿Por qué creéis que se denomina así? La “E” no es de “episodio”. Es porque quien habla es la tía. La “E” es de Eulalia. Luego llegará “G. Uno”, siendo la “G” de Germán. Son los monólogos de los que he hablado al principio.

“E. Uno” comienza de la siguiente forma:

“—La ruina, lo que se dice la ruina, nunca se sabe propiamente cuando empieza. Para llegar una casa a este estado que ves, cuántas veces a lo largo de los años se habrá dicho que iba estando vieja, cuántos crujidos en las tejas y qué lenta invasión de humedad y de grietas. Miles de grietas fraguándose por todas partes, teniendo su red desde antes de nacer ni tu padre ni yo, y en plena infancia luego, extendiéndose como un toldo invisible sobre toda nuestra infancia, cuando aún no las veíamos ni nos podían importarque no las veíamos por eso, claro, porque no nos importaban, cuando seguramente no éramos capaces de entender…”.

Como hemos podido ver, Eulalia describe la casa donde vive la bisabuela de Germán, la abuela de ella. Luego va hablando de su infancia. Por ejemplo, habla de sus primeras lecturas:

“Son irrecuperables las primeras lecturas, puedes reconstruir el argumento de alguna de ellas, incluso página por página, pero la relación apasionada con aquellos personajes es lo que se ha roto para siempre; que a lo sumo en lo más hondo, disimulada, acallada por métodos espúreos, mezclada con detritus de varias construcciones sucesivas, aquella sed por abarcar, por entregarse a la naturaleza y a la aventura, por alcanzar imposibles, conocida a través de esas ficciones; una sed que no apagaban los juegos ni las oraciones ni las caricias de la mamá o la abuela. Las primeras novelas de amor que he leído en mi vida ha sido ahí tirada por el suelo en siestas de verano, con el libro en la alfombra, y aquel simple acomodo del cuerpo a la postura más propicia coincidía ya con el movimiento ávido de la mano que se adelantaba a buscar la página donde había quedado pendiente el episodio que había hecho galopar mis sueños la noche anterior, y era tal el deseo de intrincarse por aquellos renglones apretados, de viajar, de volar a su través que todo en torno desaparecía. Hasta que un día me miró la abuela; era antes de la guerra, tendría yo ocho años, pero qué bien me acuerdo, levanté los ojos y comprendí que los suyos llevaban un rato espiándome; se balanceaba levemente en la mecedora con aquel empaque que ha conservado hasta hace poco y, abandonada la labor de ganchillo sobre el regazo, todas sus potencias se habían concentrado en la luz que me llegó súbitamente desde las rendijas de sus párpados, tan denso y alevoso noté el fluido que me escoció como la picadura de un insecto. <<No sabía que estabas ahí>>, dije sobresaltada, y me subió un calor desconocido a las mejillas”.

Yo creo que este fragmento último que he mostrado está tan bien expresado, porque la autora debió sentir eso mismo en algún momento, ya que siempre fue una lectora incansable desde la más tierna infancia. Recordemos que nació en 1925 y que cuando estalló la guerra civil española contaba con 11 años (expresó esto en relación a que la protagonista habla de ella a los ocho años de edad, antes de la guerra civil). Mi padre, que nació el mismo año que la autora de “Retahílas”, también era un gran lector y tenía esa misma pasión por los libros, que me transmitió a mí desde una edad muy temprana. Me sentí muy identificada con el fragmento en lo que concierne a lo que siente con la lectura. Ahora la vida ha cambiado mucho y existen muchos medios para obtener información de todo tipo, pero en esa época los libros eran la mayor y mejor fuente de información, una forma de conocer otros mundos y de ver lo que otros sentían.

Pero hablemos ahora de Germán, que pertenece a otra generación. Hay un fragmento en el apartado “G. Uno”, que creo que muestra un momento importante en la vida de Germán, y habla de su tía, la otra protagonista de la novela. Dice así:

“Tú, en cambio, me producías una especie de inquietud, me perturbabas, hacía poco que te habías ido al extranjero y luego oí que te habías casado, recordaba perfectamente tus manos y tu voz, algunas conversaciones que habíais tenido papá y tú a raíz de la muerte de mamá aquel verano en Torrelodones sobre la conveniencia de tomar una institutriz para nosotros, que, por cierto, luego un día le dije yo a Marga: <<si ella hubiera seguido aquí, nos habría elegido una cosa mejor que Colette>> porque Colette vino, creo, por un anuncio; recordaba también tus caricias muy apasionadas sobre mi pelo; besos que nos habías venido a dar cuando estábamos en la cama y algo de tu risa, pero el perfil completo de tu persona no lo lograba coger, se me iba”.

En esta novela, los recuerdos personales se comparten legándolos de una generación a otra (por eso los protagonistas son de generaciones distintas). Se trata de una memoria familiar. Todo esto es posible debido a una conversación profunda y excepcional, de largas retahílas, a lo largo de toda una noche, en la que los dos dialogantes esperan el fallecimiento de la última representante de una generación. Los interlocutores se encuentran juntos tras años de separación.

Como vemos, la obra novelística de Carmen Martín Gaite, se centra en lo que experimentan personajes femeninos, que muestran lo que ocurría en el siglo XX, las relaciones familiares, de amistades, amorosas, la sumisión de la mujer, la violencia durante la dictadura, teniendo una importancia siempre muy grande los diálogos. Podemos ver lo que ocurría durante la Guerra civil española, durante la posguerra, el periodo del franquismo, ya que la autora vivió esas épocas.

El baúl de la bisabuela de Germán, donde encuentran fotos, cartas y demás papeles, les provoca a ambos una larga reflexión sobre cómo las experiencias que cada uno ha vivido se pueden legar. Logran con la conversación ese intercambio. Son capaces de hilar una enorme serie de vivencias debido al momento en que los dos están, a las puertas de la muerte de la bisabuela. El contenido de ese baúl es lo que quedará de ella, de sus vivencias, cuando ella fallezca. Le cede el baúl a Eulalia. Cuando la herencia de esos recuerdos pasa a su nieta, ya se queda más tranquila. Para Eulalia, el cofre representa una gran carga, peso que lleva arrastrando durante toda su vida y del que siempre ha querido desprenderse. 

Podemos ver algo curioso en esta obra. Mientras que Eulalia se ha pasado gran parte de su vida huyendo de los lazos familiares, Germán, al contrario, ha ido en busca de ellos, quizás porque durante muchos años tuvo una fuerte añoranza debido a que su madre falleció siendo él un niño. Deseaba con fuerza que llegara Eulalia, que estaba muy ligada a ella, para que le contara cosas de su madre. Hay en la conversación nocturna un intento de estrechar el vínculo, cuyo punto principal es el pasado personal de cada uno ligado a la familia. Está claro que se necesita un buen interlocutor para que se produzca esa apertura interior y, esa noche, se produce en ambas direcciones. Eulalia estuvo lejos durante la niñez de Germán y él sólo sabía de ella a través de lo que su padre le contaba.

Veremos en esta novela, la importancia de la palabra enunciada, de una expresión sincera desde el interior y como está producida a través de monólogos, sin interrupciones. Los recuerdos que conservan Germán más vivos de su madre vienen de las historias que ella le contaba antes de ir a dormir, de lo que sentía él en esos instantes. Solo escuchándola hablar se la podía conocer. También se tiene muy presente el paso del tiempo, el cambio que se produce en las personas. En el proceso narrativo vemos tanto reflexiones como evocaciones de ambos personajes. Eulalia reflexiona sobre su pasado, sobre la muerte, sobre el tiempo transcurrido y el cambio en las personas, sobre su soledad, sobre su juventud al lado de la madre de Germán, de su relación con Juana, la chica huérfana que vivió con ellos, sobre su vida matrimonial, mientras que Germán habla de su soledad infantil, de la añoranza tanto, de su madre fallecida como de su tía que estaba lejos, de la comunicación con su amigo Pablo, de la amistad que tenía su padre con Harry. 

Aparte de los dos protagonistas, el resto de los personajes que encontramos son:

Doña Matilde, marquesa de Allariz, que es la bisabuela de Germán, que estuvo casada con Ramón Sotero. Su hija Teresa tuvo dos hijos, que fueron Eulalia y Germán, que crecieron junto a una chica huérfana que recogieron en el pazo, llamada Juana. El marido de Teresa, cuyo nombre no aparece, al morir ésta, se larga a Venezuela, llevándose un dinero que no era suyo, allí se vuelve a casar, pero pasado un tiempo, mata a su nueva esposa y se suicida posteriormente. Eulalia está casada con Andrés durante diez años, tras los cuales se separan. No tuvieron hijos. Germán, el hermano de Eulalia, se casa con Lucía y tienen dos hijos, Germán y Marga. Al morir Lucía, se casa con Colette, que era la institutriz de sus hijos.

Espero que este artículo sirva para generar curiosidad sobre la obra de esta gran escritora y se acerquen a conocerla de primera mano.

                                                                                Juana María Fernández Llobera

 

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