SOMBY, EL ELEFANTE
En un bosque africano, vive Somby, junto con otros veinte elefantes. Somby es un elefante muy pequeño de tamaño. Los elefantes de su edad son mucho más grandes, por eso, en muchas ocasiones, se aleja un poco de la manada y se va a dar un chapuzón en el lago.
Una mañana de sábado, cuando se fue a bañar en un río cercano a donde estaba la manada, se pasó mucho tiempo en remojo y cuando volvió al lugar donde estaban todos, ya no encontró a ningún elefante. Entonces, comenzó a emitir sonidos para ver si algún elefante le contestaba, pero solo pudo oír a pájaros cantar y monos chillar. Se puso entonces muy nervioso, así que comenzó a ir en dirección por donde encontró las pisadas recientes de la manada. Como es pequeño de estatura y, no había en la manada un elefante menor que él, todos iban más deprisa y por mucho que corriera, ya se habían alejado bastante. Llegó la noche y aún no los había alcanzado, así que, cansado por todo el trayecto y los nervios, decidió dormir y comenzar la búsqueda temprano al día siguiente.
De madrugada, comenzó a llover y se despertó por el agua que le cayó encima. Se levantó y quiso comenzar la búsqueda, pero no supo por dónde seguir, pues las huellas de los elefantes se habían borrado por la lluvia. Entonces, por no saber qué hacer, se puso a llorar. Una jirafa que pasaba se acercó al verlo así y comenzó a hablar con él.
—¿Qué te pasa pequeño? —le preguntó la jirafa mientras bajaba su cabeza a la altura del elefante.
—Me fui a dar un baño y cuando volví, la manada se había ido y no los encuentro.
—¿Pero nadie se ha dado cuenta de que no estás? —preguntó la jirafa extrañada.
—Con tantos que somos, supongo que no. Mi madre tiene que estar pendiente también de otros elefantes muy ancianos y, como sabe que, en ocasiones, me voy para estar a mi aire, pues debe pensar que estoy por los alrededores. Si no me ve en días, se dará cuenta, supongo ¿Tú con tu cuello tan largo, puedes mirar a ver si desde tu altura los ves?
La jirafa alarga su cuello lo más que puede, pero no ve a ningún elefante cerca.
—¡Lo siento, pequeño! No veo a ningún elefante.
—¡Bueno, seguiré buscando! —dice Somby mientras mueve su trompa de un lado a otro.
—¡Mucha suerte, pequeño! —expresa la jirafa, tras lo cual, le da un beso en la cabeza.
—¡Muchas gracias, señora jirafa!
Somby emprende el camino por donde cree que pueden haber ido los otros elefantes. Durante el trayecto, se encuentra con una cebra, que al verlo comienza a preguntar al pequeño elefante.
—¿Qué haces tú solo? ¿Dónde está tu manada? —pregunta la cebra mientras se acerca a Somby.
—Me fui a bañar y cuando volví, ya se habían ido. ¿No has visto pasar a una manada de elefantes por aquí desde ayer? —pregunta el elefante mientras mueve hacia atrás sus orejas.
—No, no he visto ninguna maña de elefantes, pero igual, como vengo del otro extremo de la sabana, puede que ellos hayan pasado por el lado contrario y, por eso, no los he visto.
—¡Muchas gracias, señora cebra! Seguiré buscando.
—¡Qué tengas mucha suerte, chiquitín!
Somby volvió a emprender su camino por el sendero que él pensaba que era el correcto. Cuando llevaba veinte minutos caminando, se encontró con un águila, que estaba posada en una roca, que al ver al elefante le comenzó a hablar.
—¿Estás solo? ¡Qué raro! Siempre marcháis en manada—expresó el águila agitando sus grandes alas.
El pequeño elefante se asustó al ver desplegar las alas al ave rapaz. Dio entonces unos pasos hacia atrás.
—¡No tengas miedo, pequeño! No voy a hacerte daño. Sólo me preguntaba cuál era la razón de que estuvieras solo.
—Como hago muchas veces, me fui a bañar, pero cuando llegué al campamento, todos se habían ido. No sé qué hacer. ¿Me puede ayudar?
—¡Tranquilo! Descansa un poco. Voy a sobrevolar la zona y veré si los encuentro. Si es así, no te preocupes que vendré a decírtelo y si no veo nada, también vendré.
—¡De acuerdo! ¡Muchas gracias! —dijo el elefante mientras se sentaba.
El águila comenzó a volar en círculos, cada vez más grandes y, de repente, a lo lejos, vio un elefante solo, muy grande, que parecía ir buscando. Entonces se dirigió hacia allí y pudo ver que era una hembra.
—¿Buscas a alguien, elefanta?
—Sí, busco a mi pequeño—comunicó la elefanta al águila muy nerviosa.
—¡No te preocupes! Sé dónde está. ¡Sígueme!
El águila emprendió el vuelo y fue en busca de Somby. Cuando llegó al lugar, no vio al pequeño elefante y se preocupó.
—¡Lo dejé aquí, seguro! —expresó el águila visiblemente preocupada.
—¡Somby, Somby! —gritó la madre barritando lo más que pudo.
De pronto, Somby salió de detrás de unas rocas tapadas por grandes árboles. Se había escondido al ver a unos cazadores. Entonces, al ver a su madre, corrió hacia ella y se fundieron entrelazando sus trompas. Y así fue, como todo volvió a la normalidad para Somby y su familia.
Juana María Fernández Llobera
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