Una turista que surgió del cine
de Carmen Vega
A mi querido amigo Enrique Pérez, creador de los Cines Verdi
Hace cuatro mil ochocientos setenta y tres días, a las seis de la mañana, desperté en un hotel de Nueva York.
¿Desperté? ¿Hace todos esos días? ¿Eran las seis de la mañana? ¿Nueva York?
Hace cuatro mil ochocientos setenta y tres días, a las seis de la mañana, desperté en un hotel de Nueva York.
Desperté, me levanté de la cama, fui hacia un gran ventanal que ocupaba casi media pared del cuarto. Ya había amanecido y, desde ese piso octavo, me vi como si fuera Dziga-Vertov, Mekas, Ruttmann o cualquier turista que graba con el móvil imágenes de una ciudad.
Nueva York era una ciudad que me pertenecía, me pertenecía porque desde que la memoria fue fijando en mi pensamiento recuerdos, un hacedor de deseos había ido proyectándome películas y películas de esa ciudad de paso ligero, de Ruby Keeler bailando claqué, alcantarillas que expulsan humo, silbidos para parar los taxis, ilusiones quemadas por soles inventados, de Edward Albee escribiendo en su apartamento del Village, huecos en donde anidan pájaros azulejos, smokings en un estreno del MET.
Nueva York
Ciudad de asombros
Ciudad falsaria
Ciudad en duda constante
Nunca fui a Granada, dijo Alberti en un poema, y yo nunca he ido a Nueva York, pensé en el avión que me traía a Madrid de vuelta de Nueva York.
Para el Hemingway de entreguerras, ‘París era una fiesta’; para una acumuladora de universos ficticios, en los años setenta Nueva York era la ciudad de las ‘Plegarias atendidas’, ‘La ciudad de los prodigios’, el rollo de papel en el que Keruac escribió ‘On The Road’, los grafitis de Basquiat, la reflex de Stewart en La ventana indiscreta. Nueva York era el todo para una nadadora en aguas turbulentas, espigadora de filos de navajas.
Un hombre llora en canto de niño muerto, un autobús que pasaba por ahí lo atropelló, cien mil mexicanos comen burritos vestidos de hijos de San Luis mientras a coro cantan ‘Plaisir d’amour’.
Más de cien años antes en el piano de una casa de Washington Square, Morris seduce a Catharine, tocando ‘Plasir d’amour’.
‘News from Home’ es una película que Chantal Akerman rodó en Nueva York a mediados de los años setenta. Con su cámara, Akerman decide la ciudad que quiere ver, que quiere que veamos, una ciudad en su mayoría nocturna, una celebración sobre la quietud que también contiene esa ciudad nerviosa, ciudad Open 24 Hours, casi siempre en trance, áspera, tierra de promesas, océano de multitudes en movimiento.
Con las imágenes de la ciudad nos llegan desde Bruselas cartas escritas por su madre que Akerman nos va leyendo. Son cartas que cuentan sucesos domésticos, cotidianos, sin embargo entendemos que madre e hija sostienen un vínculo insondable.
Imágenes y palabras nos van produciendo un efecto casi hipnótico parecido a la escucha de ‘Spiegel im Spiegel’ de Arvo Part.
La madre de Akerman sobrevivió a Auschwitz. En 2014 murió.
Un año después Akerman se suicidó en su casa de París.
Gus van Sant rodó en un desierto de América una de sus películas radicales, Gerry, veintiséis años después de News from Home. Van Sant admiraba el cine de Akerman.
La banda sonora de esa película es Spiegel im Spielgel.
En la barbería del Park Central, en un hotel de la séptima avenida en el que me alojé unas noches, asesinaron al gánster Albert Anastasia. Después de que uno de los conserjes del hotel me contara este hecho, subí a mi habitación. En un canal de televisión emitían ‘Little Caesar’.
Edward G. Robinson sin duda fue el gran gánster de toda la historia de la Ley Seca.
Nueva York existía, porque existían los libros, las películas, Charlie Parker, Pollock, pero esa ensoñación comenzó a diluirse en un bolígrafo azul cobalto que llevaba impreso Hotel Blakely y se me perdió definitivamente entre las notas de ‘Rhapsody in Blue’ a las cinco de la madrugada, en un bar de la calle Hortaleza de Madrid, cuando un vodka me torpedeó la cabeza.
Diariamente mis pies de pasos lentos, pesados, cortos, fabulan caminar bajo los olmos de Emily Dickinson, por los campos nevados del cantón suizo de Appenzell con Robert Walser, por Manhattan acompañando a Julius, el protagonista de ‘Ciudad abierta’ de Teju Cole.
Nunca he pisado el campo de Amberst, ni las nieves de Appenzell.
Por las calles de Manhattan descubrí que una rosa no siempre es una rosa.
Durante el Festival de San Sebastián de dos mil siete tuve la ocasión de conocer a Wayne Wang. me lo presentaron en una comida que organizó el distribuidor de la película ‘Mil años de oración’, dirigida por Wang.
Con mi inglés, en su mayoría pura invención, pudimos no obstante mantener una pequeña charla. Por ese asunto de mi inglés sucedió una divertida anécdota que no viene al caso comentar.
Wayne Wang le debe su nombre a John Wayne, del que su padre era un gran admirador.
‘Mil años de oración’ ganó ese año la Concha de Oro del festival, el presidente del jurado era Paul Auster.
Se podría decir que Auster y Woody Allen fueron el Nueva York de una época que una parte de mi generación amábamos.
En 1995, Wayne Wang y Paul Auster realizaron ‘Smoke’.
Una mañana fui hasta Brooklyn y recorrí las calles de Park Slope buscando la esquina donde se rodó ‘Smoke’. Cigar Company era el nombre del estanco en el que se van cruzando las diferentes historias que se cuentan en la película, Harvey Keitel interpretaba al dueño, una suerte de barman catalizador de las tramas. William Hurt era un escritor, trasunto de un Paul Auster.
Auster es el guionista de ‘Smoke’.
‘Smoke’ es una película pequeña, abarcable, reflejo de una época claramente Alphaville para un tipo de cinéfilos en el Madrid de ese momento.
Keitel, cada tarde a la misma hora, antes de cerrar, colocaba en la puerta del estanco un trípode que sujetaba su cámara y tomaba una fotografía con el mismo encuadre.
No logré encontrar esa esquina fotografiada por Keitel, o puede que en tantos años ya sea irreconocible.
En las películas el tiempo y los lugares quedan detenidos para siempre.
Carmen Vega
Esta web se reserva el derecho de suprimir, por cualquier razón y sin previo aviso, cualquier contenido generado en los espacios de participación en caso de que los mensajes incluyan insultos, mensajes racistas, sexistas... Tampoco se permitirán los ataques personales ni los comentarios que insistan en boicotear la labor informativa de la web, ni todos aquellos mensajes no relacionados con la noticia que se esté comentando. De no respetarse estas mínimas normas de participación este medio se verá obligado a prescindir de este foro, lamentándolo sinceramente por todos cuantos intervienen y hacen en todo momento un uso absolutamente cívico y respetuoso de la libertad de expresión.
No hay opiniones. Sé el primero en escribir.