VÍCTOR Y KUM, EL DELFÍN
En un pueblecito bañado por el mar Mediterráneo, vivía Víctor con su madre, Ana, y su padre, Manuel. Desde muy pequeño, Víctor ha ido con sus padres en un velero cuyo nombre es Golosa. Con él han hecho numerosos viajes y lo que más le gusta a Víctor es ver a los delfines acompañando al barco. Cuando sus padres se quedaron sin trabajo, perdieron la casa donde vivían, así que tuvieron que ir a vivir a la embarcación. Poco a poco, llegado el verano, comenzaron a tener ingresos, porque Manuel y Ana llevaban con una barca, a remo, a extranjeros a playas que eran de difícil acceso andando. Lo hacían así para ser más respetuosos con el mar, para preservarlo de tanto combustible, aparte de que así se mantenían en forma y el gasto no era tan grande, ya que su economía estaba muy resentida.
Una mañana de sábado, partieron con el velero y, al poco tiempo, Víctor pudo ver una hembra de delfín junto a su cría surcando el mar. El niño se pasó largo tiempo mirándolos con una enorme sonrisa. Ana y Manuel también se emocionaron al verlos y se alegraron de que Víctor reaccionara de esa forma también, porque demostraba que le apasionaban los animales, los respetaba y tenía intensas emociones en relación a ellos, lo cual era muy bello. Durante bastante rato, ambos delfines fueron al lado de la embarcación, hasta que, al caer la tarde, se despidieron de los humanos, dando la madre un pequeño salto en el agua. Víctor antes de que partiera, le había puesto al pequeño delfín el nombre de Kum.
Pasados los meses, ya en pleno otoño, volviendo de la isla de Cabrera, se desató, de repente, un tremendo temporal con lluvia intensa. Menos mal que el trayecto hasta Palma de Mallorca no era muy largo, porque todos pasaron miedo debido a las fuertes olas y la intensidad de la lluvia. En medio de todo ese temporal, Víctor pensaba en la mamá delfín y en Kum. ¿Qué sería de ellos? ¿Podría sobrevivir el pequeño Kum a tan tremendo temporal?
Cuando llegaron a Palma, ya amarrado el barco, Víctor habló con sus padres sobre lo que había estado pensando en relación a Kum y su mamá. Los padres le dijeron que ellos están acostumbrados a vivir en el mar y que, seguro, se habrían resguardado, pero Víctor no se quedó muy conforme con eso porque Kum era muy pequeño todavía.
—Es que Kum es muy pequeño, mamá. Y el mar estaba muy mal. Espero que haya podido salvarse—expresó Víctor mientras se frotaba los ojos para no llorar.
Estuvieron saliendo con el barco en multitud de ocasiones, pero ni rastro de Kum ni de su mamá. Pasaron los meses y, cada vez que Víctor veía a un delfín a lo lejos, tenía ganas de que fueran ellos dos. Pero cuando veía que no se trataba de ellos, se sentía muy triste. Por suerte, alguna gaviota simpática aparecía y se posaba en el barco y eso le hacía mucha gracia a Víctor.
Los padres de Víctor al ver a su hijo triste por no tener noticias de Kim, adoptaron una pequeña gata que fueron a recoger de la protectora de animales. La gata había sido abandonada, junto a sus tres hermanitos, al lado de un contenedor de basura. Por suerte, una mujer los vio y llevó a todos a la protectora a excepción de una gatita, que se la quedó ella. Víctor estuvo muy contento de tener una gatita pequeña, pero aún así, no dejaba de pensar en Kum. La gatita a la que puso de nombre, Pumbi, era muy cariñosa y siempre dormía con Víctor en su cama. Ana hacía bolas de lana para que su hijo pudiera jugar con la gata, además de comenzar a hacer pulseras, collares y pendientes, para poder venderlos, para ver si podían incrementar un poco más los ingresos ya que iban muy justos.
Llegado el verano, tras estar llevando toda la semana a extranjeros a las playas, decidieron escaparse para ir a Menorca a pasar el fin de semana. Estaban navegando hacia allí, cuando, de repente, vieron que un delfín saltaba al mismo tiempo que un pequeño delfín. Cuando se acercaron un poco más, Víctor dio un grito de alegría.
—¡Es Kum! ¡Es Kum y su mamá!
En efecto, se trataba de ellos dos, lo cual alegró a toda la familia. Entonces, Ana se lanzó al agua a nadar con ellos e invitó a Víctor para que hiciera lo mismo. Kum y Víctor comenzaron a jugar, como si siempre hubieran estado haciéndolo. No sé cuál de los dos estaba más feliz. Los padres de Víctor estaban entusiasmados de ver la reacción de su hijo en relación a Kum. Sabían, desde ese instante, que Víctor se dedicaría a preservar la naturaleza lo más que pudiera, algo que no sólo es sumamente importante ya que el planeta está muy deteriorado, sino que eso hacía ver que era un magnífico ser humano con buenos sentimientos.
Todos los veranos, a partir de entonces, cuando se veían Kum y Víctor, nadaban juntos y jugaban. El tiempo fue pasando y Víctor crecía, al igual que su querido amigo, Kum. Víctor aprendió a surfear y Kum le acompañaba en muchos momentos, porque su amistad había ido creciendo a lo largo del tiempo. Cuando Víctor comenzó a competir, Kum siempre aparecía antes de la competición como para darle ánimos y desearle suerte. Además, siempre se mantenía a cierta distancia, pero observando todo lo que ocurría en la misma.
Víctor, desde que conoció a Kum y, a medida que iba creciendo y aprendiendo, dijo que de mayor iba a ser biólogo marino. Con el tiempo así fue. Un día, cuando estaba en el mar con su novia, Elisa, vio como Kum llegaba con su compañera y un pequeño bebé delfín. Kum quería enseñarle a su nueva familia. Y Víctor llamó al pequeñín, Kim. Desde entonces, Kum siempre que aparecía, lo hacía con todos los miembros de su nueva vida.
Víctor, como biólogo marino, se embarcó en un velero destinado a la investigación. Viajó mucho con ese barco e investigó sobre los delfines y otras especies marinas. Cuando se acercaba a Mallorca de nuevo, siempre se encontraba con Kum y su familia. Era como si Kim tuviera un radar que le dijera cuándo llegaría su querido amigo.
Víctor siempre, a partir de conocer a Kum, defendía a los delfines delante de sus otros amigos y hablaba de la importancia de no ensuciar el mar, para que esa maravilla de seres siga existiendo y de la mejor forma posible.
Juana María Fernández Llobera
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